Después de
separarnos de la vía a Añatuya, comenzó nuestro derrotero por
una vía renovada. No íbamos a más de 30 km/h., pero se podía ir
mas rápido si se quería. A nuestros costados aparecieron
sembradíos de soja y otras yerbas, todo bien verde.
Pasamos las mismas estaciones que la noche anterior con el
SEFECHA: Itín, Hermoso Campo, Venados Grandes y Chorotis en
territorio chaqueño. Todas éstas equipadas con grandes silos, en
donde el Belgrano cargas, carga... (jejeje).
(Estación Chorotis. Aquí
finaliza el recorrido el coche motor de SEFECHA. Foto: Gustavo Bonetto)
Cruzamos el Paralelo 28 y con una leve curva hacia la derecha
ingresamos a la provincia de Santa Fe. A partir de aquí
comenzaba la inundación: de una punta a la otra aparecieron
manchas de agua y los canales aliviadores al costado de las
vías. El camino de tierra que nos acompañó se tornó
intransitable debido a la cantidad de agua que lo cubría. El
aire comenzó a enrarecerse.
De estar todo despejado y
claro pasamos a una neblina o bruma que cubre toda la zona.
Desde el techo de los vagones divisamos solo matorrales y agua.
Para colmo aparecían, de tanto en tanto, árboles al borde del
terraplén que con sus ramas jorobaban la comodidad del viaje.
La vía en este sector está renovada completamente... Digamos que
es un lujo a comparación de las que rodamos anteriormente. Pero
tiene un gran problema: no está mantenida y, menos, alineada. O
sea, se podría circular fácilmente a 80 km/h., pero lo hacíamos a
no mas de 30 km/h. para no descarrilar. Se nota que desde hace
mucho tiempo no se la mantiene. Para peor, las inundaciones
golpearon bastante al terraplén, ya que observamos en varios
lados que los durmientes quedan al aire en sus extremos.
(Estación Embarcadero
Kilómetro 468, en medio de la inundación. Foto: Gustavo Bonetto)
Proseguimos viaje y, detrás de
un extraño nubarrón de cenizas, apareció la primer estación en
territorio santafesino: Embarcadero Kilómetro 468. Esta
estación, rodeada de agua y sin otra comunicación con el
exterior, es del tipo nuevo (años 30). Cuenta con una vía
segunda bastante larga y renovada, pero cuando hicimos el viaje
se encontraba clausurada debido a un descarrilo en su lado sur.
Lo peor del viaje hubiese sido descarrilar, porque si saltábamos
de la vía íbamos a parar directamente al canal aliviador, que no
es para nada pequeño. En realidad lo peor del viaje, sin duda,
estaría por venir...
A medida que circulábamos por la renovada y "abandonada" vía
Tostado, el calor aumentaba, así que decidimos bajar un rato del
techo de nuestro "hogar" y reposar en la sombra.
Antes de descender, advertí
que un grupo de muchachos se acercaba por los techos a nuestra
tolva... ¡Qué nervios!, ¿vendrán a saludar o pintará el bardo?
(pensé un tanto preocupado). No, todo bien. Comentamos donde
íbamos y los pibes también y hasta nos ofrecieron agua, comida,
etc... Así empezamos la relación de amistad con nuestros
compañeros de riel y nos pusimos al día en cuanto a qué lugares
son buenos para "asaltar" o, mejor dicho, comer y beber cuando
el tren para. Justamente, pasamos por un campo en el que se
cosechan sandias y melones, pero en esta oportunidad no había
nada.
Después del descanso, a preparar la filmadora y, cámara de foto
en mano, subimos al techo del vagón y vimos la próxima estación:
El Nochero. Este es el primer pueblo en Santa Fe, no es muy
grande y su nombre, en realidad, es Gregorio Pérez de Denis. El
predio ferroviario cuenta con grandes silos en uso y la estación
es similar a Chorotis.
Dejamos atrás la pequeña civilización y la "7000" siguió jalando
de su tren de forma más que cómoda, avanzando firme hacia el
centro de Santa Fe.
Sin grandes novedades, nos
deslizamos por la llanura chaqueña y desembocamos en Santa
Margarita. Aquí el tren cambió la tripulación (maquinistas). Se
revisaron los vagones, para ver que todo marchara bien y que no se
hayan violado los precintos de seguridad.
(Tren detenido en Santa
Margarita. La tercer tolva que ven es la "nuestra". Foto:
Gustavo Bonetto)
La 7774 fue estacionada frente
a la comuna mientras un revisador de vehículos controlaba el
número de cada vagón. También el tanque de combustible y el
estado de la locomotora. La parada duró cerca de una hora y
media, en la cual Fede fue a comprar comida y agua para el resto
del viaje. Yo me quedé para custodiar nuestras cosas y de paso
cargué más agua del aljibe de un rancho, cuyo dueño nos facilitó
su uso.
(¿Pueden diferenciar que tolva
es del Belgrano y cual es afanada al Mitre?. Videos: Fede Pallés)
El calor había obligado a
bajar a todos de los techos en busca de resguardo. Como quedamos
parados al lado de un gran piletón de agua (algo así como un
reservorio para el uso del pueblo), algunos polizones se tiraron
a nadar. Yo sólo pude refrescarme la cabeza y parte del cuerpo,
ya que no tenía ropa para cambiarme. Después le tocó a mi
compañero. La imagen de los polizones bañándose al lado del
tren, era realmente algo fuera de lo común... ¡Cuando vean mis
viejos este video no lo van a poder creer! (pensaba)
Las "amas de casa", empezaron
a armar toldos en las tolvas, mientras sus parejas se bañaban.
Como pueden ver, las tolvas elegidas para viajar fueron las de
trocha ancha (luego pasadas al Belgrano), ya que tienen
"balcones" mas espaciosos.
En la vía segunda descansaba una veintena de vagones tolva
pedreros dejados allí quién sabe cuando. Cerraba esta formación
un coche dormitorio de madera en buen estado. A un costado de la
playa se encontraban los silos de chapa.
Cuando la espera se iba volviendo densa, aparecieron los
conductores y pasaron al lado de la formación para chequear que
todo anduviese bien. Además, nos advirtieron a todos que no
subiéramos al techo del vagón.
Antes de partir apareció una cuadrilla del sur con catangos de
vía, cosa que nos sorprendió, ya que no habíamos visto ninguna
en el camino ni tampoco algún trabajo de recambio de durmientes
o rieles.
Sonó el silbato y salimos por fin de Santa Margarita a una
velocidad tan alta que nos impresionó. Al paso a nivel ni
siquiera lo vimos de tanta polvareda que se levantó. Sacando
cuentas, habremos salido a unos 40 km/h. desde cero, en pocos
metros. Pero el envión duró poco...
"El Calvario" del
Belgrano Cargas
Se acabó la vía renovada... En
el medio de la nada desapareció la renovación y apareció la
vieja vía del Belgrano. De correr a 40 ó 50 km/h., pasamos en
unos minutos a 10 y hasta 5 km/h. Y de balancearnos de
lado a lado, aparecimos aferrándonos de los pasamanos para no
caernos, mientras la formación se zarandeaba cuando pisaba cada
unión de riel. Ni hablar de la 7774. ¡Daba la sensación de que
en cualquier momento la perderíamos!.
Es así como comenzó nuestro "aguante". Ya eran como las 15
hs. y el
sol se sentía como una luz dicroica gigante en nuestras cabezas.
Ni hablar de la tolva... Si hubiésemos tenido un par de huevos,
los habríamos puesto a freír o habríamos hecho un flor de omelette, más grande que el que se hace en diciembre en Pigüé.
Mientras pensábamos todo esto, un viento seco y caluroso nos
lijaba el cuerpo y nos provocaba más y más sed. Menos mal que
habíamos conseguido bastante agua en la última parada, con las
pocas botellas que teníamos.
Sólo nos restaba esperar las próximas estaciones para que
cambiara un poco el panorama y confirmar que el tren se movía.
Llegamos a la estación Emb. Padre Iturralde. Allí, la segunda
vía fue levantada y el edificio estaba ocupado, pero muy
deteriorado. Rodeada de árboles muertos, aquella estación
parecía más un lugar de muerte que de vida. Para colmo,
seguíamos viajando a 2 kilómetros por hora.
La próxima estación fue Villa Minetti. Este sí es un pueblo
grande y cuenta con un gran reservorio de agua para uso de la
ciudad, que está ubicado junto a la vía. En este lugar tuvimos
una gran sorpresa al ver una de las ultimas zorras de vía que
fueron fabricadas para el Belgrano, similares a los coches
motores Ganz Catamarca, pero de menor tamaño. La zorra estaba
habitada y en buen estado, junto con varios de los más modernos
vagones multiuso. (N de R: en la actualidad fue cedida al Ferroclub Rafaela)
Del otro lado, en la playa,
vimos que la vía segunda estaba renovada pero desaparecida la
enrieladura... Solo le quedó la cama de balasto nueva y, al
lado, los restos de un vagón descarrilado. El estilo de la
edificación principal es similar al del resto de las estaciones,
pero esta construcción está mas deteriorada por el uso de sus
ocupantes. Aquí también hay grandes silos para la carga y
descarga de cereal. Dejamos atrás esta importante localidad y
proseguimos.
En la tolva, todo seguía igual, con el pequeño detalle de que el
vital elemento llamado "agua" se nos estaba acabando y el calor
no aflojaba. Nos acercamos a la próxima: Fortín Atahualpa, con
habitantes y en un estado de regular a malo.
La vía seguía igual que antes y cada vez que nos pasábamos a la
tolva de trocha angosta, veíamos a la de trocha ancha como se
mecía, como queriéndose escapar de la vía en cualquier momento.
O peor: a veces parecía que se nos vendría encima nuestro.
¡Gracias a dios que las mandíbulas soportan todo!
Por fin ocurrió lo que no
queríamos: se nos terminó el agua. Náufragos sobre rieles,
perdidos y casi deshidratados en algún perdido punto del norte
santafecino, sometidos al desafío de un calor infernal, comenzó
para nosotros la extraña aventura de recorrer el tren en busca
de líquido. Qué mejor (pensamos), que pedir ayuda a nuestros
"compañeros" de viaje.
Como Fede estaba hecho pelota (yo también pero me quedaba algo
de pila), decidimos que fuera yo en busca de la "vida". Pero
había un pequeño problema: el que subiera al techo tendría que
vérselas con el movimiento del vagón; es decir, en cualquier
momento pegaba un barquinazo y adiós a todos... Caminar por ahí
arriba era jugar contra dos cosas: el movimiento y el calor. ¡Ni
pensar en arrastrarse como víbora, porque quedaría como anguila
en la sartén! ¿Qué nos quedaba entonces?... Aguantar hasta que
nos detuviéramos o que mejorara la vía. Aunque no podíamos
imaginarlo y para nuestro alivio, esto último fue lo que
sucedió.
¡ L a
m e j o r d e l a s v í a
s !
Pensé durante esta siesta, que
hasta la sangre transpiraba. Ya habíamos estado como tres horas
viajando a unos 10 o 5 km/h. y no percibíamos signo de cambio
alguno.
Con Fede no había en ese momento otro tema de charla. Mucho me
habían hablado de la vía renovada a Tostado, cosa que una y otra
vez me negué a creer y cuya inexistencia la realidad me estaba
demostrando. Sin embargo, en plena conversación y con los
niveles de pesimismo cada vez más altos ocurrió lo impensable.
Apareció la vía nueva. ¡Existía después de todo! Como si nada
hubiera ocurrido, como si los kilómetros desandados durante
horas no hubiesen existido, sin anuncios ni bocinazos ni nada,
pasamos a una velocidad más digna y pudimos decirle adiós a
nuestra ya insoportable mecedora.
Recorríamos ahora la mejor de todas las vías que habíamos
trajinado hasta ese momento. En minutos viajábamos a 50 km/h.,
disfrutando del viento y del atardecer espectacular en el campo.
Ya era un paseo turístico y no un calvario. El suplicio del
Belgrano había finalizado.
Como no había más zarandeo,
partí en buscar del agua. Tras atravesar dos vagones encontré la
ayuda que buscaba. Le pedí una botella a una chica y regresé a
nuestro "refugio" para compartirla. Obviamente, el agua estaba
caliente, pero peor era no tomarla.
Mientras caminaba divisé el techo de la estación Pozo Borrado.
Así que le avisé a Fede, que estaba preparando la cámara de
fotos. El lugar hace honor al nombre que lleva jajaja. Sólo la
estación, su desvío y nada más. Sólo la pampa que nos
acompañaba. Aún teníamos por delante la estación Antonio Pini,
que no tiene nada de especial, más allá de que está escondida
entre los árboles.
Ahora sí, ya reanimados por la
bebida caliente y el viento fresco, empezamos a hacer planes
para cuando llegáramos a Tostado. Exprimimos la botella hasta la
última gota y se la devolvimos a nuestra vecina de la "tolva
07".
De a poco la locomotora fue bajando la velocidad y comenzó a
pitar, señal de que estábamos por entrar a Tostado. Veníamos en
una bajada pronunciada y tomamos una suave curva hacia la
izquierda. A nuestra derecha vimos los postes telegráficos de la
vía Bandera, que se iba acercando a la nuestra. Por lo que se
divisa, ese ramal no tiene mucho uso y ya el pasto se está
adueñando de la enrieladura.
Tostado... (con el
nombre bien puesto)
Tostado ya nos envolvía con su
paisaje. Antes de entrar en la estación, apareció un gran
complejo de silos entre nuestra vía y la de Bandera. Estos
almacenadores de granos tienen acceso ferroviario, pero están
sin uso. Tal vez ya pasó la temporada de carga y es por eso que
no vimos vagones dentro del establecimiento.
Nuestro tren fue serpenteando por los cambios y empalmamos con
el ramal que proviene de Añatuya. Según comentarios de
ferroviarios, este ramal tiene tráfico a la demanda y solo
trabaja en temporada para transportar la soja de esa zona del
sur santiagueño. Eso sí, nunca van más allá de Bandera.
Pues bien, la General Motors y su convoy de 28 vagones se
detuvieron en la vía 2 de Tostado, después de un día de intenso
calor y tortuoso andar. (Eran las 19:30 hs.)
Se procedió al cambio de conductores y revisión de precintos por
parte de la policía y el personal del Belgrano Cargas. Como
ratas por tirante bajamos tan rápido como pudimos y sacamos una
instantánea del tren detenido con la última luz del día.
Tostado posee una gran playa
para clasificación de vagones, pero sólo un gran galpón de
carga. Su estilo arquitectónico es similar al de General Pinedo.
Digamos que es una versión moderna de la original estación
Tostado que, junto con el deposito de locomotoras (a un costado
de la estación), fue construida en la década del '30.
El depósito está escondido, al lado de la vía principal, y
cuenta con dos bocas para albergar a las locomotoras, más una
mesa giratoria. Hoy en día está en desuso y todas sus
instalaciones en total abandono.
Las locomotoras que esperan destino se estacionan en el andén
principal. Nosotros nos adentramos en la ciudad y "asaltamos" el
supermercado que está frente a la estación, en donde conseguimos
algo de comida y mucha bebida para poder llenar el estómago.
De paso charlamos con un par de policías que "amablemente" nos
invitaron a tomar el tren y abandonar la ciudad. "Amablemente"
es un decir. Estos hijos de perra nos revisaron los bolsos y nos
obligaron a abandonar el pueblo, solo por haber ido en tren!!!
("No es por nada", pero miren si hay diferencia entre la policía
de Chaco y la de Santa Fe)
Último tramo del
viaje...
Cerca de las 20 salimos de
Tostado rumbo al Sur. Tripulación y pasajeros ya estábamos
frescos y aprovisionados. Ahora si, emprendimos el último tramo
de la travesía, en el comienzo de la noche santafesina.
¡Apenas tomaron el controller lo primero que hicieron los
maquinistas fue poner el 8!... Si la salida de Santa Margarita
fue brusca, ésta lo fue más aún.
Como la vía está renovada y apta para circular a 80 km/h., los
conductores aprovecharon el declive y le "dieron rosca" para que
siga marchando el tren sin demora.
La verdad es que ninguno de
nosotros había viajado tan rápido en un tren de carga... Y menos
en el Belgrano. Corríamos como a 80 km/h. y el convoy sin
problemas. Pero igual íbamos agarrados de los pasamanos (de los
barrales de la tolva).
Con el último hilo de luz cruzamos el puente sobre el Río
Salado, a la salida de Tostado. Tiene una luz bastante
importante y barandas laterales. Este es el río más importante
de la zona. Pasa por Santa Fe antes de desembocar en el Paraná
(los santafecinos, precisamente, lo conocen muy bien, ya que es
el que causó las desastrosas inundaciones en 2003).
Pasamos por Independencia como veníamos, otra estación que
perdió la vía segunda, que está muy desmantelada; diría
saqueada. En este punto, el sueño que desde hacía un buen rato
nos seducía, logró llevarnos a su mundo de tinieblas. El primero
en caer fue Fede; después yo. Pero en cada estación me
despertaba, espiaba cómo era y deducía por donde andábamos.
La G 22 bajó un poco la velocidad. Habremos circulado a 50 ó 60 km/h. hasta la llegada a San Cristóbal. Fede increíblemente,
había dormido todo el viaje y solo despertó un instante para
taparse con la bolsa de dormir... ¡Increíble!, hay que estar
cansado como para dormirse en un piso metálico.
Este sector de la red (Tostado-San Cristóbal) es muy pintoresco, en lo que a estilos
arquitectónicos de sus estaciones se refiere. Si uno recorre el
ramal verá que hay edificios de la época francesa y otros de la
del Estado, tipo años '30 (Aclaración: esta línea fue del F. C.
San Cristóbal a Tucumán de la Compañía Argentina de
Ferrocarriles de origen francés, la cual más tarde vendió este
ramal al F. C. Central Norte. Uno puede encontrar que entre
Tostado y Tucumán Norte las estaciones son idénticas a algunas
del sector arriba mencionado. Cuando el F. C. del Estado, con el
Ing. Pablo Nogués a la cabeza, comienza la consolidación de la
red en la década del 30, construye el ramal Tostado-Gral.
Pinedo, para acortar las distancias entre el Oeste Chaqueño y el
puerto de Santa Fe, e incluye nuevas estaciones a la línea).
La llegada a San Cristóbal fue
verdaderamente sorpresiva. Desperté sólo cuando oí los cambios y
porque empezamos a frenar más de lo normal desde que habíamos
salido de Tostado. Cuando cruzamos el paso a nivel vi en la
cabina de señales a tres tipos con linternas y papeles en la
mano, registrando todo tren que pasaba frente a ellos. Pensé qué
todo esto era muy raro (al otro día sabríamos el porqué).
Entramos por vía principal y nos detuvimos a eso de las 03.45 hs.
Desperté a Fede a los golpes y le comenté que ya estábamos en
San Cristóbal, que se preparara para bajar. La verdad
es que tuve que bajarlo a los apurones, porque no se despertaba.
Así fue como llegamos a San Cristóbal, en medio de la madrugada,
después de casi 20 horas de viaje en un tren de carga.
Apenas salimos de la estación, apareció la plaza y, en ella y
aledaños, una marea de gente. ¡Estaba repleto de mujeres por
todas partes! Toda la joda nocturna del pueblo se resume en la
plaza de la estación y sus alrededores. Había heladerías, bares,
kioscos, pero pocos autos. La mayoría de los vehículos eran
scooters y bicicletas. Con Fede nos miramos y dijimos "qué
bronca estar lleno de mugre justo que tenemos a estas chicas".
Pasamos frente a ellas en busca de un hotel en donde tirar
nuestros cuerpos y darnos una buena ducha. Preguntamos y nos
indicaron un hotel casi enfrente de la estación.
Llegamos y a descansar nomás. Al rato sonó la bocina de la
"7000" saliendo a Santa Fe. Un rato más tarde se escuchó otra
bocina que seguramente sería de otro carguita.
Con el ventilador de la habitación en "punto 8" palmamos al
instante después de la ducha. Estar en una cama fue algo
indescriptible tras estos tres días de aventuras.
Amanece en la ciudad... Y todo el mundo a trabajar. Dejamos el
hotel y pusimos proa al predio del ferrocarril. Recorrimos por
fuera el taller, ahora cooperativa, y llegamos al Cabin Sur, en
donde estaba la English Electric VF. 5779, que fue movida de la
plaza donde estuvo como monumento. Ahora descansa sobre una vía
de la playa. El estado en que se encuentra es malo, pero
mantiene su carrocería intacta.
Fue una alegría ver esta locomotora "en persona" (para mi era la
primera vez) pero, al mismo tiempo, una tristeza sentir que
nadie tiene en sus planes preservarla, y, mucho menos,
restaurarla. Creo que estamos ante el último ejemplar en
condiciones de ser recuperado... ¡Y pensar que hasta principios
de los '90 la teníamos en marcha!.
Luego de ver este tristísimo
paisaje, nos tomamos el bondi para Rafaela.
Rafaela... hermosa ciudad del noroeste santafesino, alberga a
las más hermosas mujeres de la zona. Fue dueña de tres
ferrocarriles en su mejor época.
Después de haber bajado del micro, Fede me comentó que iríamos a
visitar a un amigo del NCA, que es el capo de allí, en la
estación del F. C. Mitre. Ya en el lugar nos encontramos con
Edmundo. Lo saludamos, y, por supuesto, charlamos un rato sobre
nuestra travesía. De paso, bebimos algo frío. Edmundo nos contó
las noticias del lugar y en este punto le largamos la pregunta
obligada... "¿viene algo?". Es ahí cuando nos avisó de la pasada
del tren minero de la Alumbrera con dirección sur, hacia San
Lorenzo.
Ya avisados, fuimos a esperar a este tren en el cruce con el F.
C. Gral. Belgrano, del ramal Rafaela-San Francisco, y nos
apostamos para fotografiarlo.
Vino
a buena velocidad con la GP-40 9304 a la cabeza y con 56 vagones
a la cola. Después de unos bocinazos, empezó el golpeteo
infernal, sobre el cruce, que hizo vibrar todo los alrededores
(N de R: este cruce lamentablemente ya fue levantado)
En cuanto se
perdió de vista el último vagón, fuimos caminando por la trocha
angosta hacia la estación Rafaela del Belgrano, en donde está el
Ferroclub Rafaela. Todo se encontraba igual que en mi visita
anterior.
El final del día nos encontró comiendo unas ricas empanadas con
cerveza frente a la estación Rafaela de NCA, reviviendo
momentos del viaje.
Cada tren que tomamos fue más emocionante que el otro... y, sin
lugar a duda, la vuelta en el Belgrano, con todos los polizones
a bordo, fue la más fantástica travesía que viví en estos años.
Sin embargo, más allá de lo anecdótico, realmente es triste ver
la forma en que debe viajar esta gente, por la falta del tren de
pasajeros -en este caso, "El Chaqueño"- que unía todos los
pueblos tres veces a la semana. Ojala algún día subirse a una
tolva solo sea sinónimo de aventura y no un medio de transporte.
Tampoco quiero olvidarme de rescatar la predisposición del
personal del Belgrano, que evidentemente comprende bien la
situación y en ningún momento intentó hacer bajar a los
pasajeros. Más bien se preocupó por saber que todos estaban
viajando seguros.
Fede Pallés y Gustavo
Bonetto - Febrero de 2004
>
Cerrando la
Travesía por la Llanura Pampeana, envío mis más sinceros saludos
y agradecimientos a mi tía Sofi, de Añatuya, por atenderme tan
bien; a Mimí (Añatuya), a Mauricio Errani, por pasar los frames
de video a imagen; a Fer Halperín, por la edición de La Travesía
Final; a las chicas del NOA; a mis abuelos, por ayudarme con los
pasajes; al personal de SEFECHA, por su hospitalidad; a la
Policía del Chaco, también por su amabilidad y hospitalidad; a
María Beatriz Seu, a los maquinistas y empleados del Belgrano
Cargas; y por sobre todas las cosas, a nuestros amigos
polizones, quienes se preocuparon por darnos agua en un momento
en el que creíamos morir deshidratados. GRACIAS.... ¡Y hasta la
próxima travesía!
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