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Travesía por la Llanura
Chaqueña |
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Cuarta parte:
La Sabana - Resistencia |
Texto y
fotos: Fede Pallés y Gustavo Bonetto |
(El
siguiente relato fue escrito y editado entre noviembre de 2003 y
febrero de 2004 -
No posee modificaciones desde entonces) |
"Amanecer en La
Sabana"
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Despierto... Estoy acostado en un colchón dentro de lo que
parece ser un subte de la línea A. Escucho un motor diesel
regulando a unos metros. Un par de luces tenues iluminan el
salón. A mi lado, veo el cuerpo de un amigo dormido
profundamente y hacia el otro lado, veo varias piernas de
paisanas...
Así comenzó la madrugada del miércoles 29 de enero de 2003.
El coche motor de SEFECHA ya estaba en marcha e incluso
había gente a bordo. Los conductores quisieron darnos unos
minutos más "de gracia", por lo que esperaron hasta último
momento para despertarnos.
Rápidamente, cuando mi sistema consciente permitió que
ingresara en el principio de realidad, me puse de pie, bajé
el colchón a la estación y, junto con Elvis, busqué una
ubicación para hacer el viaje de regreso. Tras sacar
nuestros correspondientes pasajes el tren arrancó, y
abandonamos las penumbras de La Sabana cuando mi reloj
marcaba las 4 AM.
En el camino hacia el Noreste, cargamos algunos pasajeros en
varios pasos a nivel. Pero lo increíble fue ver la multitud
que aguardaba en Charadai. Eran casi todos chicos que iban a
pasar el día en Cote Lai. Por otra parte, unas cuantas
personas se dirigían a Resistencia por trabajo o para
realizar trámites.
Una vez que todos los chicos ascendieron a la formación,
emprendimos viaje. Pero, a los pocos minutos, nos detuvimos.
Habíamos atropellado un guazuncho, que quedó atrapado en una
de las zapatas de freno. Por falta de herramientas, hubo que
improvisar una cuña de madera para sacar los restos del
animal y poder seguir viaje, lo que logramos enseguida.
Después de algunas paradas en medio del campo para descender
pasajeros, llegamos a Río Tapenaga. La imagen fantasmagórica
de la estación se enmarcaba con el tinte azulado de las
primeras luces del amanecer.
Seguidamente, arribamos a Cote Lai, en donde aguardaban unas
30 personas y donde descendieron los chicos de Charadai.
Como en todas las estaciones del ramal, un perro nos
despedía con ladridos debajo del alero.
A los pocos minutos de andar, nuevamente nos detuvimos en
medio del campo. Con Gustavo estábamos viajando en la amplia
cabina del Ferrostal, por ende, esta vez veíamos el paisaje
alejándose hacia atrás. A poco de estar estacionados sin
razón aparente, entre las sombras de la madrugada apareció,
corriendo, una pareja con un bebé en los brazos. O llegaron
tarde a la vía o el conductor no los había divisado. Por
suerte, esta gente no quedó varada en ese lugar.
Con todas estas demoras, ya habíamos acumulado unos 15
minutos de atraso. El caso era que teníamos que recuperar el
horario FUERA COMO FUERA, si teníamos en cuenta que en Cacuí
debíamos combinar con el local para que la gente pudiese
llegar al centro de Resistencia. Entonces, el coche motor
literalmente "tomó vuelo" y emprendió una vertiginosa
carrera contra reloj para llegar a tiempo a Cacui.
En algunos tramos circulamos a 80 km/h., que es una hazaña
para este tipo de ramales. Los conductores se mostraban
confiados en las vías y los coches y le dieron rosca "a lo
macho". De esa forma, recuperamos en tan solo unos
kilómetros, 10 de los 15 minutos de atraso, habiendo
levantado, además, una polvareda memorable.
Brevemente paramos en Gral. Obligado, y esta vez sí pudimos
ver el terraplén de lo que fuera el ramal a Laguna Limpia
(que cruza a nivel con la vía a Roque Sáenz Peña en
Lapachito).
El sol se paró a mirarnos en la mañana chaqueña. Un hermoso
día había comenzado para estos dos exploradores ferroviarios
que, realmente, no sabían que la travesía estaba en pañales.
Como no podía faltar
en todo viaje, apareció la chinita linda en el tren.
Si bien es cierto que no vimos muchas, las que había no
estaban nada mal. Pero la verdad es que el horno no estaba
para bollos. Nos hacia falta una buena ducha y una cambiada
de ropa urgente. Los coches estaban completos como el día
anterior e incluso vimos algunas encomiendas muy
particulares.
(A toda velocidad pasamos con la dupla de coches sobre el
Río Salado. Foto: Gustavo Bonetto)
A una velocidad espectacular y colgados de la bocina,
pasamos el Río Salado y las últimas estaciones del ramal,
hasta que nos juntamos con la vía de Roque Sáenz Peña. El
motor del MAN estaba a pleno... Evidentemente seguíamos
atrasados. Cuando me asomé para ver si ya llegábamos, vi que
el local ya estaba marchando a nuestra par, por lo tanto, lo
estábamos corriendo para alcanzarlo. Finalmente lo pasamos y
llegamos antes nosotros a Cacuí (jejeje, una interesante
carrera de coches en SEFECHA, para comenzar el día a pura
adrenalina).
Al instante apareció la dupla del local que habíamos pasado,
conformada por dos coches Ferrostaal modificados, con aire
acondicionado y asientos longitudinales. Al oeste del predio
de Cacui, se eleva el galpón de reparaciones que, en ese
momento, estaba en construcción (ahora está terminado /
enero 2004).
Como nosotros vamos por donde va el viento, subimos al tren
local y emprendimos camino hacia el Puerto de Barranqueras,
siendo éste nuestro último viaje antes de partir rumbo al
corredor de Chorotis.
El local de SEFECHA
Como en todas las grandes ciudades, las 7
AM es una hora pico, y así lo fue en Resistencia aquel
miércoles
de enero de 2003. Viajamos agolpados en el interior del
coche motor que nos dejaría en el Puerto Barranqueras. Creo
que en este viaje comprobé el rotundo éxito que tiene este
servicio, único en el país en su tipo.
(Tren local detenido en la estación CACUÍ, tomando pasajeros
que vienen de La Sabana)
Nos paseamos de oeste a este toda la ciudad, atravesando
zonas céntricas, residenciales y otras muy precarias, hasta
incorporarnos en un sector fabril. El tren ya estaba medio
vacío.
Luego de girar bruscamente hacia la izquierda, nos detuvimos
en un apeadero solitario. ¡No me digas que esto es
Barranqueras! (me dije a mi mismo). Delante, se veían los
rieles sumergirse en el pastizal. Efectivamente, la punta de
rieles del servicio local era tal como la estación Buenos
Aires del CGBA: un lugar alejado de todo y en ruinas. Según
el mapa que tenía a mano, la parada llamada "Barranqueras" era la anterior, ya
que el tren sigue un poco más, hasta este apeadero de nombre
"Muelle YPF".
Los conductores nos avisaron que en 40 minutos regresaban a
Pto. Tiról, por ende, teníamos tiempo de ir a pasear, aunque
yo no estaba totalmente de acuerdo, ya que tenía encima la
mochila y la zona no se veía muy segura. Pero bueno, Gustavo
insistió y empezamos la caminata.
Nos dirigimos hacia el puerto, entre pastizales, ranchos y
un suelo sucio y descuidado. Una vía de trocha métrica (en
aparente uso) ingresaba al puerto, pasando por el medio de
un terraplén de refuerzo para inundaciones, que en este
momento está incompleto, ya que se debe hacer un túnel de
concreto con una compuerta para el paso de la vía.
Sobre esos inestables rieles caminamos hasta la planta de
Minetti, en donde suele descargar el Belgrano Cargas. Más
adelante, vimos algunas otras cosas, como una embarcación
apoyada sobre un vagón de carga. La verdad es que fue una
triste caminata por la zona; deseaba regresar pronto a
recorrer el campo.
Dimos unas vueltas más y nos volvimos a la parada Muelle
YPF. Otra vez nos dirigimos a la cabina y emprendimos viaje.
La dupla de coches, a una velocidad de entre 20 y 30 km/h.,
desfiló por los cambios que se suceden entre la punta de
rieles y la parada Barranqueras. Esta última, se halla en
curva (única en su tipo), debajo de un oleoducto.
Por aquí también se desprende la vía que termina en Puerto
Vilelas y que actualmente se rehabilitó con el nuevo coche
prototipo de SEFECHA.
La verdad es que me desilusioné bastante al ver como eran
los apeaderos, ya que, en Buenos Aires, por medio de los
reportes gráficos, todos vimos el apeadero prototipo que es
el de Alberdi. Yo pensé que todos eran iguales a ese...
Prrrrrr... ¡Error!, los apeaderos restantes apenas son
andenes solitarios, sin asientos ni refugios.
Después de la curva cerrada que nos dejó mirando al noreste,
circulamos por una recta pasando por las paradas Mosconi,
Algarrobo, Sauce, Gusberti, Bouvier y S. Dante. En todo el
trayecto vimos personal del plan jefes de hogar haciendo de
banderilleros en los pasos a nivel.
Por fin divisamos el lugar interesante: la playa de la
estación Resistencia. Tomamos el cambio de punta y en curva
para ingresar a la vía segunda: ¡señal de cruzada!. Otra
dupla de coches apareció desde Cacuí, paró en Resistencia y
salió hacia Barranqueras.
Recién después de todo esto, nos pusimos en marcha y
entramos al andén para detenernos (la cruzada no se hace
justo a la altura de los andenes... y desconocemos el
motivo). Personal de la empresa se arrimó a cada estribo
para colocar escalinatas para el ascenso y descenso de los
pasajeros, ya que los estribos de los coches son un tanto
más altos que los originales del FCGB. En cambio, los andenes
construidos por SEFECHA ya cuentan con esa modificación de
altura.
(IZQ: Estación Resistencia - DER: Parada Alberdi, única con
refugio e instalaciones básicas)
En fin, partimos de Resistencia, y, tras pasar por la parada
San Martín, llegamos al Apeadero Alberdi, el "prototipo"
para los demás que nunca se construyeron.
Bajamos aquí y nos dirigimos a la terminal para, luego de
una ducha, partir a Roque Sáenz Peña... ¡En busca de Chorotis!.
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