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Travesía por la Llanura Chaqueña

> Tercera parte: Resistencia - La Sabana

Texto y fotos: Fede Pallés

(El siguiente relato fue escrito y editado entre noviembre de 2003 y febrero de 2004 - No posee modificaciones desde entonces)

 

  "Viaje a los confines"

 

- Martes 28 de enero de 2003 -

 

La aparición de Gustavo en el Apeadero Alberdi fue algo así como un milagro. Unos minutos de más hubiesen sido la diferencia entre seguir el viaje por el Chaco o abandonarlo definitivamente.

Nos acomodamos en el coche motor y sacamos dos pasajes: uno para hacer el sector local, y otro para ir a La Sabana, aunque en realidad íbamos a hacer ambos trayectos en el mismo tren, compuesto por el Ferrostaal remolque (sin modificar) y el motriz MAN (en este caso, empujando a la cola).

Mientras esperábamos en Cacuí, apareció un local desde Puerto Tirol, con las unidades F1 y F3.

Una vez que los pasajeros y las encomiendas estuvieron a bordo, nos pusimos en marcha. Tras recoger algunas personas de un paso a nivel cercano a la estación, nos alejamos del pueblo de Fontana, girando finalmente a la izquierda, separándonos del ramal a Roque Sáenz Peña.

Por el ramal a Roque Sáenz Peña corren trenes de carga de la empresa Belgrano Cargas S.A., pero por nuestro ramal a La Sabana solo transitan los coches de SEFECHA. Es decir, antes que arrancara SEFECHA, la vía estaba totalmente en ruinas. Los últimos trenes que corrieron por este sector fueron los carga con coche que venían desde Santa Fe. Lo hicieron hasta mitad de 1992. Recién en 1998 SEFECHA -empresa estatal de la provincia- comenzó la recuperación del ramal para la operación con coches motores.

 


 

    SEFECHA: Un viaje a la aventura   

 

Sin dudas éste es el tipo de viaje que vale la pena: un ramal solitario, un coche motor cargado de gente y encomiendas de todo tipo, un atardecer de verano. Realmente, un viaje de aventura como pocos se pueden encontrar en Argentina hoy día.

Por supuesto nos dirigimos a la cabina, donde ingresamos sin problemas ya que los mismos conductores nos invitaron a pasar para que disfrutemos del paisaje de la mejor manera posible. Íbamos con la puerta abierta para, de esa forma, airear el coche que el sol castigaba con sus rayos briosos.

Al rato de andar, a unos 50 km/h., pasamos el primer puente sobre un arroyo. Con la bocina de camión del Ferrostaal, fuimos alertando de nuestra aproximación a una campesina. La mujer aguardaba en medio de la nada la llegada del coche motor.

 

     

(IZQ: Tren local F1 + F3 entrando a Cacuí - DER: Primer puente en el ramal a Los Amores)

 

"Generalmente ya sabemos donde está la gente esperando. Nos guiamos por palos o referencias muy ocultas que solo nosotros conocemos" (afirmaba el conductor que debía estar mas que atento). Una vez que la muchacha subió a la formación, el conductor movió el comando (parecido al de un tranvía), y detrás nuestro se escuchó un "Clamp"... Era la mandíbula del MAN que empezaba a empujarnos para seguir viaje rumbo Oeste.

 

     

 

La cabina del coche Ferrostaal es mucho mas amplia que la del MAN, y en ella se transporta pan y algunos víveres que son enviados a diario por el Gobierno del Chaco para poblaciones aisladas del ramal.

Al ratito llegamos a Gral. Donovan (ver foto de inicio de la nota). Nadie subió, nadie bajó. En realidad, ese no era un día de mucho ajetreo, ya que "la movida" es los fines de semana. El motor del MAN nuevamente se puso en marcha y seguimos adentrándonos en los confines litoraleños. A los costados, se sucedían pequeños focos de incendio como los que había visto desde el NOA unos días atrás.

 

 

La dupla levantó unos formidables 60 km/h., sobre una vía que parecía desarmarse en cualquier momento: un par de rieles ultra livianos y algunos durmientes que emergían debajo del balasto de tierra componían nuestro camino.
 
Como sucede en todos los ramales, se nos aparecieron animales sueltos, obstáculo importante para una dupla de coches livianos. Bajamos la velocidad e hicimos sonar la bocina reiteradas veces hasta que los caballos se espantaron. Después de esto, retomamos velocidad y pasamos por el segundo puente del ramal, esta vez sobre el Río Salado. El puente es tipo jaula (cerrado), una curiosidad por esta zona.

 

     

 

Nos detuvimos en un lugar selvático para dejar descender unos cuantos pasajeros. Cuando arrancamos, vimos que en verdad nos encontrábamos parados en la estación Fortín Cardozo, la que estaba totalmente destruida y metida en esa selva.

 

(Parada "Desvío Km. 523". En este lugar dejamos el pan que llevábamos en la cabina del Ferrostaal)

 

Tomamos una curva a la derecha y tras un rato de marcha llegamos a otra estación: Desvío Kilómetro 523. Aquí bajamos el pan y los alimentos que enviaba el gobierno. A los alrededores de la estación, solo apreciamos monte y desolación. Ni siquiera vimos la huella de algún vehículo: "Acá solo llega SEFECHA" nos aclaraba don Carlos, un hombre de unos 60 años que viaja todos los días de Charadai a Resistencia.

Con Gustavo nos dirigimos al coche MAN para cambiar de ambiente por un rato. Este coche tiene una suspensión mucho mas suave que su compañero y las comodidades son mejores. Sus comandos son más modernos, aunque, en contrapartida, su cabina es chica e incómoda. Según contaba el guarda del tren (que vendía pasajes a bordo a todos SIN EXCEPCIÓN), a la unidad Ferrostaal sin modificar la ponen adelante, para este servicio, por "la calor", ya que el coche con su puerta abierta se ventila mejor y hace mas ameno el viaje.

 

     

 

     

(Pasajeros y encomiendas en la unidad motríz "MAN"... ¡Hasta azulejos llevaban!)

 

En la recorrida por el tren, vimos con sorpresa que además de pasajeros, viajaban encomiendas de todo tipo, tales como alimentos, gaseosas, materiales para la construcción, etc.

Mientras filmaba el interior de los coches, noté la cara de asombro de todos los chicos que comentaban entre ellos nuestra presencia. Recibí la clásica pregunta "¿en qué canal sale?" a lo que respondí que era un simple viajero que quería conocer el tren y los pueblos del sudeste chaqueño. ("por qué no se irá a Mar del Plata y se deja de joder" habrán pensado...).

El sol comenzó a caer lentamente, alargando la sombra del pequeño tren que continuó su marcha por una zona de palmares.

 

     

 

Nos detuvimos en la estación Gral. Obligado, donde aguardaban unas 20 personas para abordar la formación. En vía segunda, una zorra con remolque descansaba, para trabajar al día siguiente con la cuadrilla local.

El pequeño pueblo se veía sereno y uniforme, como si siempre hubiese tenido tren. Las señales del cuadro de estación no existen más, pero no importa, hoy por hoy el pueblo cuenta con un servicio que ni siquiera en los tiempos de Ferrocarriles Argentinos pudo tener, y gracias a la buena voluntad y decisión; la que debería ser el ejemplo para las demás provincias argentinas.

Es costumbre mía ponerme a filosofar con frases como "pensar que...", y esa tarde me decía a mi mismo, "pensar que estos rieles permanecieron años tapados de malezas, totalmente oxidados, y ahora, si bien es cierto que muchas cosas cambiaron, están brillando como en aquellos años".

Por esos rieles que muchos políticos quisieron olvidar, ahora estábamos marchando y uniendo pueblos... Aquel Ferrostaal que anduvo paseando por la Isla de Palma de Mallorca (España) ahora viajaba hacia los confines en tierra sudamericana... ¡Por fin se desvirgaron estos coches!, comentábamos entre chistes con el guarda y el conductor (en realidad, ambos hacen lo mismo, o sea, se relevan entre ellos y realizan los dos trabajos juntos).

 

 

Tomamos una curva a la izquierda (FOTO) y salteamos una serie de alcantarillas por una zona de bañados. Los palmares quedaron atrás. A Cote Lai la encontramos bastante bien en lo que respecta a pintura y estado general. Además, todos sus cambios están en uso ya que aquí hay otra cuadrilla que trabaja en el mantenimiento de estos tramos y utilizan zorras con remolque.

El conductor había comenzado a mover el controller tranviario, cuando se escuchó una bocina de moto... Era un motoquero que venía avisando desde la calle que lo esperáramos. Así fue que paramos casi al final del andén y nos acercamos a ayudarlo a cargar la moto al furgón del MAN. Mientras tanto, los pasajeros seguían charlando en los salones generando un clima muy tranquilo y agradable. Qué lástima que acá, en el Gran Buenos Aires, no podamos subirnos a un tren así (tan ameno).

 

 

A la salida de Cote Lai pasamos otro puente sobre un arroyo y después de andar un largo trecho, paramos en la estación Río Tapenaga, totalmente destruida, aunque actualmente ocupada y remendada con elementos precarios. Partimos de ese lugar, tomamos una curva a la derecha y pasamos encima del Río Tapenaga, por un puente parecido a los anteriores, siendo éste el último dentro del ramal.

 

     

(Puente sobre el río Tapenaga. Este puente es idéntico al de los arroyos anteriores)

 

Mas allá del puente, se comenzó a divisar un grupo de personas sobre la vía. Era una familia entera que se dirigía a Charadai y aguardaba en un paso a nivel al que llegaron a caballo (¿sería el desvío km. 474?).


Rodeados de un pastizal altísimo, nos dispusimos a seguir viaje por la llanura chaqueña, totalmente desolada, como la imaginaba. El sol, que ya se estaba ocultando, prometía dar un espectáculo de colores en el horizonte solitario de esta tarde chaqueña. Una tarde común para todos los oriundos de la zona, pero muy especial para nosotros dos, que vivíamos la primer jornada de una experiencia inolvidable.

A nuestra izquierda apareció un camino de tierra por el que nos seguía una trafic blanca. Sin darnos cuenta, empezamos a disputar una carrera, la cual vencimos fácilmente, ya que el camino de tierra está en pésimas condiciones. Pero nosotros, a pesar de nuestras vías emparchadas a pulmón, pudimos circular a más de 60 km/h., siendo los pioneros de la zona en lo que se refiere a transporte terrestre (y eso lo asegura cualquier persona, sin discusión).

Finalmente, llegamos a la localidad más importante del ramal: Charadai. Aquí descendieron casi todos los pasajeros y también bajamos la moto que había subido en Cote Lai. Solo una nena con su madre ascendió al coche para dirigirse a La Sabana, nuestra próxima parada y final del recorrido.

 

     

 

A la salida de Charadai pudimos observar la vía que iba a Villa Ángela, un triángulo que actualmente es utilizado para invertir coches, y el galpón de locomotoras totalmente destruido. Siguiendo el trayecto, paramos en un paso a nivel donde descendieron algunas personas, en las afueras de la ciudad. Finalmente, partimos hacia el confín de esta aventura.

 

     

(IZQ: Aquí vemos el terraplén de lo que fue el ramal a Villa Ángela. Ahora se usa de sendero)

 

Yo iba "perdido" en el mapa, no sabía específicamente cuantas estaciones íbamos a pasar y cuanto faltaba para llegar. En los coches, solo quedaban unas 6 personas, quienes ya comentaban sobre nuestra presencia. Ustedes saben que en estos lares, todos se conocen. 


 

    A pasitos de La Sabana   

 

De pronto, el coche motor se detuvo y comenzó a ir marcha atrás. ¿qué pasó?. Resultó ser que los conductores vieron una familia de patos cruzando la vía y decidieron volver para cazarlos. A pesar de que esta maniobra nos demoró unos minutos y la cacería resultó fallida, a nadie se le ocurrió quejarse o ponerse de mal humor por esta cómica situación. Es más, yo aproveché y bajé del tren, me adelanté unos 100 mts. y filmé la formación acercándose a mi en medio de esa jungla de pastos y bichos peligrosos. Hacer estas cosas, nos demuestra que en cierta parte del viaje, se rompe el protocolo con el que se inicia.

 

     

 

Anduvimos un rato más hasta que apareció un pueblo. Dejamos dos pasajeros en el paso a nivel, previo a los cambios, y finalmente entramos... Le pregunté a Gustavo: ¿En dónde estamos?, me contestó "Llegamos a La Sabana". Uuuuh... No me imaginaba un lugar tan pequeño.

La llegada a La Sabana fue fantástica. Lo asombroso de saber que íbamos a pasar la noche en un lugar inhóspito le dio un tono aún mas aventurero al final de este primer trayecto.

 

 

 

Tras tomar un par de fotos y saludar al personal de conducción, nos arrimamos al pueblo en busca de un teléfono público. Encontramos uno dentro de una vivienda (¡sí, la cabina estaba en el living de una casa!). Llamamos a nuestra familia para avisar que estábamos vivos y de ahí partimos al único almacén que hay en La Sabana. Pedimos queso y jamón (200 gramos de cada uno) y la paisana nos cortó a cuchillo dos pedazos de cada uno, ya que no tenía máquina para hacerlo.

 

     

(La camioneta blanca vino en busca de la cal y los azulejos que venían en el coche MAN)

 

Con Elvis (apodo de Gustavo) nos volvimos a la esquina lindante a la estación, para comer. Saqué la navaja que me prestó mi abuelo para el viaje y con eso cortamos el pan y el fiambre. Mientras Gustavo luchaba con los mosquitos que se habían empecinado en hacerlo sufrir, la gente se acercaba al lugar donde estábamos sentados. Hicimos una rueda estilo fogón de campamento y empezamos a explicar el motivo de nuestra visita. Aunque resulte increíble, el mismo comisario nos invitó a pasar la noche en la dependencia para descansar antes que regrese el tren (a las 4 de la mañana). Le agradecimos, pero preferimos estar cerca del tren, no fuera que nos volviera a ocurrir "La Gran Elvis en Los Amores".

Nos despedimos de los vecinos, con quienes mantuvimos una charla espectacular, y nos dirigimos a la estación. Eran las once de la noche pero parecían las tres de la mañana... Tal vez por el silencio y la tranquilidad.

Los conductores ya habían cenado. Nos arrimamos a saludar y, al vernos éstos en tan penosa situación (estábamos "en bolas", es decir, sin lugar para dormir), nos alcanzaron un colchón de una plaza, el que acomodamos en el furgón del Ferrostaal. ¡Miren si hay gente macanuda!.

Bajo el cielo estrellado de la noche sabanera, caímos rendidos, después de haber pasado un día con muchas emociones. Este fue el primer sueño de verano de nuestra travesía por la Llanura Chaqueña.

 

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