(El
siguiente relato fue escrito y editado entre marzo y junio de 2011 -
No posee modificaciones desde entonces)
Fuera de convenio
Luego de haber
permanecido un tiempo suficiente en Uyuni iniciamos nuestro
derrotero hacia el naciente en busca de las ciudades de Potosí y
Sucre. Para entonces Andrea y yo habíamos decidido separarnos por unos días,
por lo cual yo tomé un bus a Sucre con combinación en Potosí. Y
ella iría a recorrer esta ultima ciudad.
Al salir de Uyuni
divisé a mi derecha una serie de terraplenes que según entiendo
corresponden al ramal de 762 mm. de ancho que iba de Uyuni a la región minera de
plata de
Huanchaca, actualmente levantado. Al principio pensé que era un
camino de ripio, pero al ver esas curvas y pendientes tan suaves,
dejaban en evidencia ser una ex traza férrea. También
eran notables los huecos en donde antes había puentes y
alcantarillas. Sabiendo que la reconstrucción de la ruta
automotor avanza
a toda marcha hacia el oeste en dirección a Uyuni, no me extrañaría
que se termine aprovechando ese tendido.
(Armado de un
nuevo puente que evitará el actual zigzagueo hacia un vado |
Dulce compañero de asiento del bus)
Cuando llegué a
Potosí, debía (por lógica) abordar otro micro para hacer el
último tramo de un par de horas hasta Sucre. Pero el chofer me
dijo "este bus termina aquí, debe ir a tomar el otro a la nueva terminal ahicito nomás". Entonces sospeché que ir
"ahicito"
me iba a costar quedarme a pata. Le pedí
al chofer que me lleve a esa nueva terminal (con todos mis bártulos) y que
él haga la gestión con la empresa "asociada" para cumplir con el
destino de mi boleto. Y tal como sospechaba, al llegar a la
nueva terminal todas las empresas declararon no tener ningún
convenio con la mía. ¡Me terminó pagando el chofer el tramo a
Sucre!... ¡Malditos!
Al salir de
Potosí circulamos por la ruta Nº 5 y
a mi izquierda apareció la vía del ramal a Sucre. Se
la apreciaba pulida
y en pleno uso, aunque no vi ningún tren. Por lo que me habían
contado en Oruro, ese tramo es usado por el
buscarril y por un tren de carga que saca minerales en Don
Diego. Al pasar por ese lugar la vía acompaña a la ruta un rato
más y después enfila hacia el norte y la
ruta sigue a Sucre por otro lado, lo que explica el aislamiento
y la necesidad del tren en los casi 200 kilómetros que separan
estas dos grandes ciudades.
En el viaje en
bus me entretuve viendo como drenaba el agua que bajaba de la
montaña, la cual al encontrarse con la calzada de la ruta se encauzaba en unos
canales construidos para tal fin. Me preguntaba si el
ferrocarril también tendría esa preparación para afrontar las
precipitaciones. Atravesamos una lluvia fuerte y constante.
Cuando ya nos
movíamos en la zona urbana de Sucre cruzamos una vía. Al mirar a mi derecha
noté la existencia de una estación y llegué a ver -en milésimas
de segundos- una zorra en la vía principal. Supuse que esa era la
estación Sucre. Pero el micro siguió su marcha como treinta minutos más,
para alcanzar el centro de la ciudad. Allí me alojé y a la
noche, mientras buscaba un pollo roasted, consulté a
los lugareños sobre el buscarril. Ya era una fija la respuesta
que recibía: "no sé; no lo conozco; no existe; hace años que no
anda".
Conversando con
un policía me enteré que el buscarril salía del "bajo", de una
estación llamada El Tejar, la anterior a Sucre. El tramo entre ambas fue levantado en el año
2006,
junto con el resto de la red al este que terminaba en
Tarabuco
(supongo que
en una fallida búsqueda de conexión con la red oriental). Eso explica algunas
discusiones que tuve con gente del lugar que me aseguraba que no
había vías en la estación local. Claro, tenían razón en que era
imposible que corriera un tren desde la mismísima estación Sucre,
pero pecaban de ignorantes al afirmar que no existía el buscarril.
El buscarril... ¡existe!
A las 7 de la
mañana salí del hotel con todo mi equipaje y tomé un taxi. Le
dije al chofer "voy a la estación de abajo, desde donde sale el buscarril".
Y después de un rato de andar, allí llegué. Me dejó en el paso a
nivel por donde había pasado el día anterior en el bus. Esta era la
estación El Tejar (claro, la página web de FCA que dice "buscarril
Potosí-Sucre", en ningún momento nombra "El Tejar").
A las 8 AM estaba pautada la salida según la web y todo venía
encaminado para que así fuese.
Cuando llegué al andén, ya ansioso por la
situación de haber muchos pasajeros con copioso equipaje, hice la
cola para sacar boleto. El buscarril se hallaba detenido mirando
hacia Potosí. Era un llamado a la aventura ese
Mercedes Benz
adaptado a la métrica. ¡qué groso estar aquí por fin!
(Est. El Tejar.
Atrás a la izquierda, se aprecia el inicio de la ciudad de Sucre
| Tomando altura en el ramal)
Me preocupaba ver
que ya casi no había lugar, pero viajaría de todas formas,
aunque sea en el pasillo. Y aquí pasó algo increíble: tras
presentarme con el jefe de estación (y boletero) Don Roberto
Sunagua, le comenté el
motivo de mi visita a lo que respondió "bien, llegaste justo
porque quedan tres asientos" y acto seguido me pasa una planilla
con la planta del ferrobus y me dice "poné tu apellido en el que
quieras" y mis ojos se fueron derecho hacia adelante: ¡el
asiento del acompañante era parte de las opciones, y estaba vacío! (era el numero 25). Y allí sellé mi
apellido,
feliz de que a nadie se le hubiese ocurrido hacerlo antes.
Sabiendo que
viajaría de acompañante, le pregunté al jefe de estación
el nombre del conductor; "Basilio se iama". También le
pedí permiso para
dejar mi mochila en la sala de espera y buscarla a la noche o al
día siguiente, dependiendo de lo que se diera en el viaje, a lo
que respondió que no había problema. Con tanta emoción olvidé
pagarle el pasaje, pero me lo hizo notar amablemente segundos
después.
Superado el tema
administrativo, me arrimé
al buscarril (que ya estaba detenido con la
particularidad de tener la puerta de acceso del lado contrario
al andén) y allí estaba mi asiento 25 esperándome para tener la
mejor vista panorámica posible en un viaje por la montaña. Mientras
subían otras personas Basilio y Carlos cargaban pan y comestibles que eran
despachados a modo de encomienda para algunos pueblos del
interior (similar a lo que ocurre en la ex SEFECHA).
A los pocos
minutos ya entablé conversación con Basilio y con Carlos -este
último,
ayudante y guarda- con quien hicimos muy buena onda. Y
enseguida nos pusimos en marcha. Atravesamos los raquíticos cambios de
playa e iniciamos nuestro viaje rumbo sur por vía sencilla, por
unos tramos llenos de barro producto del paso de autos
particulares por esos
sectores.
(Una buena
cantidad de puentes se suceden en el viaje | Paradas
facultativas y ocasionales que cumple el buscarril)
Atravesando
algunos puentes y alcantarillas avanzamos a buen ritmo para
devorar los 175 kilómetros que separan El Tejar de la estación
potosina.
El ascenso de pasajeros -como era de esperar- se daba en
cualquier paso a nivel o sector poblado que atravesamos,
mientras por otro lado, por algunas estaciones directamente pasaríamos de largo, ubicando al buscarril
en la gama de servicios de ómnibus más que en el ferroviario. Se
podría decir que es un verdadero servicio de ómnibus con tarifa
social que utiliza las vías por aprovechamiento de la
infraestructura existente.
(Imagen satelital
de uno de los primeros viaductos que atravesamos al salir de la
ciudad de Sucre)
Pero no es tan
sencillo el tema. Esta vía en gran parte de su recorrido
atraviesa zonas desconectadas de los caminos carreteros. Según
me comentaba Carlos, algunas veces se han quedado
(por rotura de motor, por ejemplo) y demoraron muchas horas en
recibir auxilio. Incluso una vez durmieron con todos los pasajeros
arriba hasta la llegada de asistencia mecánica al día
siguiente. ¡Que bueno! (para los aventureros)
(Edificaciones en
las afueras de Sucre | Otro de los tantos puentes,
con durmientes más largos que los normales)
Noté que la
vía se hallaba en buen estado. Basilio me comentaba que al
no haber tráfico de cargas, ésta se mantiene mucho mejor.
También me comentó que si bien hay una cuadrilla trabajando
desde ambas puntas del recorrido, la exigencia de
mantenimiento del buscarril es mucho menor y se pasan por
alto algunas reparaciones que serían imprescindibles si
hubiese tráfico de trenes de escala real. El buscarril,
yendo a unos 40 ó 50 km/h va muy cómodo con las vías así
como están. Es muy estable y su andar sumamente armonioso.
(Puente sobre río
Pilcomayo. En Quechua: "Río de los Pájaros" | Cruzada
programada con zorra "made in Argentina")
Cuando
cruzamos el río Pilcomayo, nos mantuvimos en el margen
derecho del mismo por largo rato, haciendo singulares rodeos
por la montaña para ganar o perder altura. Esta línea cuenta
con unos sistemas de ascenso del tipo zig zag pero con la diferencia de que sus extremos en vez
de ser cambios de vía y vía de escape, se componen por una
gran curva cerrada de más de 180° (se asemeja a una rotonda) que le permite al tren volver
sobre sus pasos y seguir subiendo o bajando dependiendo del
caso.
(inicio de curva
de más de 180° cerca de Est. Calvar para volver en el mismo
sentido y seguir el ascenso a La Cumbre)
(Ejemplo N°1
sobre el singular sistema de ascenso con "rotondas")
Entre
infinidad de curvas pasamos por la
estación Yotala,
cuya población es un pequeño caserío. Me comentaba Basilio
que estábamos ascendiendo hacia La Cumbre, que es el punto
más alto del ramal desde donde comenzaremos la bajada hacia
Potosí. Luego de pasar por
Est. Calvar
y antes de llegar
a Higueras,
predominaron los rulos de 180° que comenté más arriba y que
en parte habían sido uno de los motivos de mi visita a este
ramal, ya que los había visto en el
Google Earth
y quedé fascinado con ellos.
- VIDEO /
El
Tejar - Potosí en buscarril de FCA
En esta parte
del viaje nos cruzamos con la primera cuadrilla que tiene
base en El Tejar. Se hallaba trabajando en el drenaje de la
traza a la vera de un empinado terraplén. Me llamó la
atención saber que las zorras que utilizan son fabricadas en
Lanus (Alfa Técnica).
Al pasar el
kilómetro 290 noté la existencia de otros zig zag como los
que ya habíamos pasado. Resulta curioso una situación que se
da a bordo del buscarril, que es la total desorientación que
produce la cantidad de curvas y rodeos realizados para
serpentear en la montaña. Siendo que me considero un tipo
con buen sentido cardinal, acá estaba como turco en la
neblina. Y también era muy loco estar circulando y de pronto
ver a un costado -más abajo o más arriba- la misma vía por
la que habíamos pasado instantes atrás y de pronto uno se
pregunta "¿yo pasé por ahí recién?"...
(Ejemplo N°2
sobre el sistema de ascenso con rotondas, en este caso tres
consecutivas en un área de apenas 3 kilómetros)
(Un clásico: ver
la vía que pasamos un instante antes, a un costado |
Detención para una vista panorámica)
(Detalle del
trabajo de ingeniería aplicado a la transformación de un mini
bus para uso ferroviario)
(Casi una hora
después de haberlo cruzado, aún se divisa el puente sobre el
Pilcomayo | Único túnel del recorrido)
Era extraño y
cómico notar lo lento que avanzábamos, a pesar de la
versatilidad del vehículo, ya que después de haber viajado
casi una hora desde el cruce con el río, al atravesar un
claro entre las malezas pude divisar el mismísimo puente a
lo lejos, y parte de la traza. Este hecho pone en evidencia
una vez más la fascinante complejidad de los ferrocarriles
de montaña, cuando la premisa de construcción implica simple adherencia.
Al pasar por
uno de estos lugares, Carlos me hizo notar que si agudizaba
la vista, a lo lejos se podía divisar una mancha blanca,
como si fuese una luz, entre dos montañas. Me decía que esa
era la ciudad de Sucre de la cual habíamos salido horas
atrás.
Tras pasar el
único túnel del tramo a Potosí arribamos a la localidad y
estación de Vila Vila que sería (fiel a mis constantes
comparaciones) la "Olavarría" de este servicio, ya que es la
mitad del recorrido, hay vendedores ambulantes y la
detención se extiende unos cuantos minutos. Pero a
diferencia de Olavarría, acá no hay cruzada con otro coche.
Será este mismo el que vuelva al día siguiente en forma
ascendente.
(Llegada a
Estación Vila Vila | Carlos en el techo del bus
acomodando equipaje de los pasajeros)
(Cambios de talón
de vía 2° y 3º de Vila Vila | Una constante
del ramal:
little dreams, pequeños derrumbes)
"Ahí viene Basilio, a horario"
La gente los llama por su nombre.
Como Basilio y Carlos son los únicos empleados del
buscarril, ya son famosos en la geografía del ramal y en la
cotidianeidad de sus fieles pasajeros. Si pudiésemos reducir
un servicio ferroviario a la mínima expresión, podríamos
citar este ejemplo: al norte de Don Diego, y contando al
jefe de Est. El Tejar, el servicio es prestado por apenas
TRES PERSONAS en total.
Ninguno se puede enfermar o llegar
tarde ya que no es fácil su reemplazo.
Con una
inigualable vista panorámica desde mi asiento privilegiado,
seguimos viaje. Y con la panza llena, ya que nos proveímos en
Vila Vila de unos exquisitos "rellenos", que son unas
empanadas redondas con papa, verdura, huevo y queso.
Siguiendo la ya habitual charla con Basilio -a quien
"atropellé" con un sin fin de preguntas- me hizo notar que el
kilometraje del ramal rige desde Río Mulato como Km. 0, o
sea, la conexión con la vía Villazón-La Paz por la que había
pasado días atrás con el Expreso del Sur.
A pesar de la
edad de la vía, ésta se muestra en buen estado, aún
utilizando barrilones muy antiguos. Los que vi en Argentina
siempre estuvieron destruidos, pero acá son materia de plena
utilización.
(Vista de la
traza, minutos después de pasar por ahí | Detención
para bajar a una pasajera en plena montaña)
(Circulando entre
eucaliptos | Aprovechando la bajada de equipaje para
obtener fotos como esta)
Además de
subir pasajeros, también se cumple con un servicio símil-encomiendas,
ya que se dejaban o subían bultos y sobres de cartas con
destino a vecinos de algunos de los parajes que íbamos
atravesando. Y así fuimos ganando kilómetros pasando por
lugares inhóspitos -como Noel Mariaca- que se presentan como
pequeños poblados entre la montaña y los que requieren del
servicio del buscarril dada su lejanía con el asfalto.
Algo que noté
-al igual que en la línea a Villazón- es la ausencia de
señales de brazo. Acá también antiguamente se laburaba con
señales de mano y bandera. En este momento, obviamente, no
existe nada de eso y la AUV se obtiene con celular o radio.
Es muy importante ese sistema para Basilio y no por la
existencia de otros trenes (ya que entre Don Diego y El
Tejar solo anda el buscarril) sino por las cruzadas con la
cuadrilla de vía. Al haber una constante de curvas sería muy
peligroso no acordar las cruzadas previamente y el impacto
sería inevitable. Por suerte siempre se han organizado bien,
aunque hubo algún que otro golpecito.
(Carlos cerrando
el baúl de equipajes | Abandonada Est. La Cumbre,
con sus aberturas cegadas)
(Cambios del sur
del triangulo de La Cumbre | Vista del soldado de
piedra, que mira de perfil hacia la izquierda)
Al empezar la
bajada hacia Sucre, pasamos junto a algunas piedras que
según Carlos (ayudante) se asemejan a diversos personajes,
entre ellos un pianista y un soldado. Junto a éste último yo
descubrí la figura de un caballo con la cara un tanto
grande, pero ellos no pudieron verla.
En la
larga conversación con Basilio y
Carlos, surgió el tema del cambio de la moneda argentina con
la boliviana. Me comentaba Basilio que el sueldo promedio de
un ferroviario sin viáticos es de aprox. 1300 BS, lo que en nuestro país
representaría unos $800 pesos. O sea que es muy bajo respecto
al dólar.
(Una parada más
se suma al hermoso recorrido rumbo a Potosí | Burros
sueltos, un clásico del ramal)
Avanzando en
nuestro recorrido por la montaña al ritmo de Gilda en la
cabina, nos cruzamos otra cuadrilla
con una zorra
Fairmont, y
también con un tractor varado en plena soledad, por falta de
tractorista. Pasamos junto a la piedra con forma de
pianista, y luego de unas cuantas curvas en trinchera,
iniciamos un descenso de montaña en la zona de Quivi Quivi,
a mi parecer el sector más espectacular de este ramal, por
la altura a la que circulábamos y el "vacío" que se nos
formaba a nuestro lado.
Mi idea
original era bajar en Don Diego (hasta ahí tenía pasaje) y
volver en bus a Sucre, para poder enfilar rápido a Aiquile,
por miedo a perder el otro buscarril que finalmente me
llevaría a Cochabamba, lugar desde donde debía volar a
Ezeiza. Pero al final Carlos me
convenció de que volviera con ellos al día siguiente, que
llegaría a horario a Sucre y que podría combinar con el bus
a Aiquile sin problema. Y con gusto acepté.
Menos mal que
anda el buscarril. Se podrá discutir si es un tren o no,
pero lo que vale a mi criterio es que es un vehículo que
utiliza los rieles para moverse y guiarse. Es como Amigos
del Belgrano: serán zorras pero usan la vía, es un uso
concreto y real. Por su belleza, sería un crimen que esta línea
ferroviaria estuviese abandonada sin tráfico, como pasa con
el Trasandino en Mendoza, en donde se desperdicia un tramo
con un potencial turístico indiscutible.
Lo curioso del buscarril de Bolivia es que no es visitado por turistas con
frecuencia. Al menos en los viajes que hice yo, los
pasajeros eran casi todos locales, y según sus conductores, rara
vez viene algún turista. Y si viene alguno, lo recuerdan:
"si, hace un mes vino un alemán, y viajó acá adelante".
(Vista de la
piedra del Pianista | Descenso en la zona de Quivi
Quivi,
la parte más bella del ramal)
Al superar el
descenso y arrimarnos a la ruta 5 (misma zona que había
visto el día anterior desde el bus) circulamos por la recta
más larga desde la salida de El Tejar. Al ir
arrimándonos a una zona más poblada, los habituales perritos
se nos iban acercando intentando amenazar nuestro paso con
ladridos y corridas sin lograr que nada ocurra.
Después de
cruzar a nivel la ruta (con mucha precaución) ingresamos al
pueblo de Betanzos. Aquí curiosamente bajó casi todo el
pasaje, ya que muchos conectan con otros buses o utilizan
esta ciudad para hacer sus compras, las que llevarán a la montaña
al día siguiente. Me llamó la atención que la gente tiraba
basura en el piso como si nada, siendo que estaba bastante
limpia la estación y su playa. Al caminar alrededor del
vehículo ferreo noté la leyenda "Reparado por Diesel Viacha 2005".
(La recta más
larga del recorrido, llegando a Est. Betanzos |
En esta estación bajan casi todos los pasajeros)
Tomar el
buscarril de Sucre a Potosí sería como tomar la ex CGBA
(Belgrano Sur) de Buenos Aires a Rosario. Solo se usa entre
intermedias o desde éstas a las terminales. Al salir de
Betanzos volvimos a cruzar la ruta la cual quedó a nuestra
izquierda. A nuestro paso éramos saludados constantemente a
bocinazos por automovilistas y camioneros, que veían con
simpatía nuestra presencia. Es el idioma universal del tren
regional, recibir constantes muestras de cariño y en el peor
de los casos, algunas
apedreadas en las grandes ciudades o zonas marginales.
Pasamos por
Rodero y finalmente, una de las partes que más esperaba, Don
Diego, donde llega tráfico de cargas. Desfilamos junto a
la planta de consolidación de zinc y plomo en donde había un
par de vagones naranjas. Al pasar junto a los galpones la
vía estaba sumergida en un gran barrial que la hacía parecer
abandonada. Y al tomar de talón el cambio de ingreso de la
carga, la vía cambió radicalmente con fuertes golpes en las
juntas y una notoria desalineación. Como en el resto del
viaje, los durmientes van cambiando entre barrilones y
durmientes de madera.
(¿San Juan? No,
un puente en la región de Potosí
| Vagones en Don Diego, desde donde se carga zinc y plomo)
Basilio me
comentaba que cuando los cargados iban a Sucre las diesel
solo jalaban 5 vagones para poder tomar las
pendientes sin problemas, con sus seis motores eléctricos.
Supongo que las vaporeras con rodado más grande tendrían
mejor adherencia y la posibilidad de sumar al menos 8 ejes
más.
Cuando ya
circulábamos casi vacíos, una chola nos paró en la mitad del
campo. Se notaba que no nos estaba esperando sino que nos
vio al paso y le venía bien que la llevásemos (noten como
al haber tanta confianza con Basilio y Carlos ya tomé como propio a
este servicio).
En una
trinchera casi en las afueras de Potosí, en la zona del
Aeropuerto, nos cruzamos con otra cuadrilla de vía, que
estaba laburando en el drenaje de la traza. Tenían una zorra
Alfa Técnica. Le pregunté a Basilio por la vigencia del
servicio, y si bien no recuerdan fechas con exactitud, me
contaba que no hay carga a Sucre desde 1997 y que
exactamente en 2003 no hubo ningún tipo de tráfico (ni buscarril) por ende la gente del ramal se mantuvo aislada
sin servicio.
(Trinchera
cercana a la zona del Aeropuerto | ¡Potosí a la
vista! nos vamos arrimando a los suburbios)
Finalmente,
tras unas cinco horas y media de viaje ingresamos a la zona
urbana potosina. Ahí noté la existencia de algunos desvíos
particulares abandonados, como el que iba a una fundición.
Como en toda ciudad, se presentaron algunos obstáculos que
sorteamos sin problemas, tales como puestos de ferias, autos
en la vía o personas merodeando en la traza.
Minutos
después divisé la playa de Potosí. Tomamos los cambios
correspondientes e ingresamos al andén de la otrora gloriosa
estación potosina, la cual supo contar con servicios a La Paz y muchos
otros
destinos de la red andina, ahora devenida en estación de carga.
Potosí-Sucre
Al día
siguiente arrancamos a las 8 AM desde la estación de la
ciudad. Ya desde temprano estaba Carlos y Basilio armando
todo su equipaje habitual. También noté con curiosidad la
presencia de al menos dos turistas, por su apariencia y
grandes mochilas. Uno era un vasco, y el otro un italiano
con los que fuimos haciendo amistad a lo largo del viaje
ascendente.
Junto al
buscarril se hallaban varios vagones naranjas de la red
andina. El tráfico de carga hacia Río Mulato permite al
buscarril tener opcional conexión física con "Diesel Viacha",
su taller matriz. En cambio, el de Aiquile está desconectado
por estar sin uso la línea de Cochabamba a Oruro.
Con el mismo
ritual del ingreso del día anterior, salimos a paso lento
por la zona urbana de Potosí evitando toparnos con autos,
combis y transeúntes a lo largo de la traza, hasta que todo
se fue despejando. Y a lo largo de este nuevo recorrido -que
fue una suerte de bonus ya que no lo tenía pautado- noté dos
cosas en particular: una la confianza de Basilio con los
pasajeros y vecinos del trazado, y otra es que
constantemente reciben pequeños obsequios de estos, como ser
alimentos, bebidas, etc. El clima es familiar y muy
amistoso.
-
VIDEO /
Potosí - El Tejar en buscarril de FCA
Se aprecia a
bordo
un gran respeto por la venta del pasaje: no existen
excepciones para nadie. De hecho el día anterior cuando yo
extendí de improviso mi viaje desde Don Diego a Potosí,
Carlos rápidamente sacó su talonario y me dio la extensión
correspondiente, sin dudar. Obviamente que de mi parte era
lo menos que podía hacer colaborando con el pasaje cuyo
precio es irrisorio, sumando a esto que el cambio argentino
favorece cualquier compra.
(La llegada a
Betanzos prometía cargar muchos pasajeros | Ascenso
espectacular en la zona de Quivi Quivi)
(¿Vamos a las
nubes? Otra postal del ramal | Detención para que
el vasco, el italiano y yo tomáramos fotos)
Cuando
estábamos pasando el km. 315 pude advertir que la vía se
veía tres veces hacia abajo (tiro este dato por si alguien
hace el viaje después de leer esta nota). Al haber pequeños
derrumbes o animales sueltos a lo largo del recorrido, requiere
mucha atención la conducción de este coche. Y me asombró la
vista aguda de Basilio que podía hasta detectar la presencia
de un perro a más de 150 metros y tocar bocina a tiempo.
También los noté muy respetuosos con los animales evitando
cualquier tipo de impacto con ellos. Este respeto también
se traduce en el trato con los pasajeros.
Que pena
(pensaba) que en mi país haya gente tan limitada que
injustamente -y en el desconocimiento- suele decir
frases tales como "estos bolitas" sin conocer el país,
sin conocer a su gente y sin reconocer los propios errores.
Bolivia, por ejemplo, es a mi criterio el país con menos
delincuencia de Latinoamérica.
(¿Un zig zag del
C14? No, es una vía de escape | Lugares mágicos en
donde parábamos a subir o bajar cholitas)
(¡Por momentos
sentí estar llegando al Machu Picchu! | Un pasajero
que vaya a saber desde donde viene caminando para poder tomar el
buscarril en este punto. Había gente que al bajar, por ejemplo,
tenía una caminata de más de una hora)
(Un festival de
colores y tonos azulados se aprecian en un tormentoso día de
verano
desde el panorámico asiento 25)
(Paso a nivel
perdido en la montaña. En todo el viaje, en los pocos pasos que
cruzamos no vi un solo vehículo de calle)
(entrada y salida
del único túnel del recorrido. El siguiente está al norte de El Tejar, pero ya sin vías)
(Una curva que
nos llevará a otra curva, y van... | Sí señores, aquí
estamos nuevamente por cruzar el Pilcomayo)
Como a la ida
no había podido sacar fotos al puente sobre el Pilcomayo ya
que lo había filmado, iba a aprovechar este bonus para hacer
algunas fotos. Al contarle esto a Basilio, no dudó en parar
en el extremo del puente y dejar que me tome el tiempo
necesario para lograr las fotos buscadas. Yo apenas quería
una toma desde arriba pero al final pude bajar al lecho del
río (que estaba manso) y lograr estas imágenes que
ni esperaba. El buscarril es tan versátil que
volver unos metros hacía atrás demanda apenas unos segundos.
(Cientos de
toneladas y un armado majestuoso componen este gran puente que hoy día
solo sostiene al buscarril)
(Por insistencia
de Carlos, obtuve esta foto junto al puente con el buscarril de fondo. La verdad, una atención única)
(A lo lejos se
adivina la traza que pasamos rato atrás | Puente bi-vial
que usan los autos para llegar a un club)
(Final del
recorrido en El Tejar | Camión adaptado a la métrica
que cumplía funciones de almacén rodante)
Atravesando
charcos y barriales que nos hacían despedir agua al mejor
estilo "rally", llegamos a El Tejar, con algo de demora
respecto al horario, pero que no es nada si tomamos en
cuenta la cantidad de paradas que hicimos. Le pregunté a
Carlos si se podía hacer una mini visita al taller de
locomotoras, a lo que accedió sin problema pero después de
que fueran a la mesa giratoria a dejar al coche listo para
el día siguiente.
En el taller
estaba el otro buscarril tipo frontal, en reparación, con
motor Volskwagen. Este trabajo está tercerizado con
mecánicos de la zona, no es realizado por personal de FCA.
Por eso antes remarqué que este servicio solo es prestado
por tres personas hoy día. En otra vía se halla un camión Ford que hace algunos años era el almacén rodante del ramal,
repartiendo productos, cual lancha del Tigre.
Actualmente está radiado y sin el bogie delantero, pero
permanece apoyado sobre una chata (no confundir: ese apoyo es
provisorio). Y en la última vía se hallan dos vaporeras Hitachi
radiadas del servicio pero en relativo buen estado de
conservación.
Finalmente
retiré mi mochila que había quedado en la sala de espera, le
agradecí al jefe de estación (Don Sunagua) y me despedí prometiendo a los
tres enviar un DVD con las fotos y videos del viaje.
(Locomotora
Hitachi en la dulce espera, pero bajo techo |
Buscarril Volskwagen en reparación)
(Vista general
del prolijo taller -con su maquinaria ociosa- a quien el
buscarril le extendió la vida)
Al salir de la estación, noté que
la vía seguía hacia el norte inmediatamente cruzando la calle, convertida en un pasillo peatonal
que a su vez salta un pequeño arroyo. Unos cientos de metros más adentro se
encuentra el segundo túnel desde Potosí, hoy abandonado. Al entender que ya no puede
circular un tren por ahí,
automáticamente pasa a ser mágico. Mi
mente hubiese estado más tranquila si supiera que la vía terminó siempre en El Tejar,
pero ahí está la magia que nos hace investigar y soñar con eso que ya no existe.
Al italiano lo perdí de vista en
el andén de El Tejar, mientras buscábamos un pin deportivo del vasco (que era un
regalo de su padre y valía mucho. Finalmente apareció). Con él nos fuimos en bus al centro
de la ciudad y nos separamos en una de sus plazas buscando cada uno su próximo
destino. En su caso, conocer más de Sucre. En mi caso, enfilar -con ansias y
expectativa- hacia la capital del charango, aproximándome al segundo y último raid de buscarriles bolivianos.