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Travesía por la Llanura Chaqueña

> Sexta y última parte: Gral. Pinedo - San Cristóbal - Rafaela

Texto y fotos: Fede Pallés y Gustavo Bonetto

(El siguiente relato fue escrito y editado entre noviembre de 2003 y febrero de 2004 - No posee modificaciones desde entonces)


    La Travesía final   

 

"Madrugada de una noche agitada". Así podríamos titular el amanecer en Gral. Pinedo, después de haber llegado con SEFECHA desde Chorotis. Sin tiempo que perder, nos pusimos a averiguar cuál tren saldría hacia Santa Fe y bueno... "Ver qué onda" con los maquinistas.

La onda fue cero, pero igual estuvieron macanudos, porque amablemente nos invitaron a viajar: "chicos, súbanse en una tolvita". ¡Buenísimo! Que dijeran "no" a nuestro pedido de viajar en la máquina estaba entre las posibilidades. Pero que nos invitaran a viajar de colados era otra cosa... La tolva cerealera nos esperaba con los brazos -o los fierros- abiertos. En fin... peor hubiera sido no viajar, así que seleccionamos "nuestra" tolva y levantamos campamento en ella.

Lo mas impactante de este momento fue que, mientras caminábamos seleccionado el vagón en la oscuridad, vimos unos enormes bultos, como grandes bolsas de consorcio: ¡ERA GENTE, que estaba durmiendo y venia viajando desde el día anterior!.

Al alba aparecieron nuestros compañeros de viaje: una familia de Salta, varios crotos, varios chabones con su minita, y otros más que sumaban unos 15 "pasajeros". Don Ramón (foto), con sus 80 y pico de años, viajaba en una tolva de las del Belgrano (las chicas), en un espacio de menos de un metro cuadrado... ¡Increíble el aguante!

...Dicen que una imagen vale más que mil palabras... por eso los invito a ver la siguiente galería...

 

     

 

     

 

     

 

     

 

     

(Las dos imágenes inferiores fueron tomadas por el chico que vimos más arriba. Cuando le entregué la cámara, apretó sin querer un botón que tiene la opción "Cinema", como vemos en la toma de Don Ramón).


Me sorprendí mucho al ver toda esa gente que ya había dormido la noche en las tolvas. Pero, a la vez, me sentí más seguro, al saber que no viajábamos solos.

 

(Estación General Pinedo "Nueva", construida en 1947 aproximadamente. Foto: Gustavo Bonetto)

 

Pasado un rato, aparecieron las locomotoras desde el depósito. Vinieron dos G-22 acopladas: la 7774 y la 7730, ambas muy deterioradas en su pintura, pero sonaban como recién reparadas. Se detuvieron frente al edificio de la estación y allí quedaron un buen rato hasta que las desacoplaron.

A las 07.30, la 7730 fue a hacer maniobras en la playa y la otra máquina quedó regulando en el mismo sitio; se ve que es barato el diesel por aquí, ya que hacía una hora que ambas estaban prendidas y en "ralentí".

Mientras pasaba el tiempo, nosotros nos impacientábamos más y más. Para bajar un poco la ansiedad empezamos a limpiar nuestro "hogar". Cada tolva que veíamos tenía una o más bolsas de residuos, como si ya formaran parte de la estructura del vagón. Nuestros "vecinos", ya despiertos, se aprovisionaron de agua y se fueron acomodando para el viaje que comenzaría en breve. Para ellos, esto no era más que rutina.

 

    

 

Cuando mi reloj (a punto de colapsar) marcaba las 07.45, el personal subió a la máquina, que se abalanzó hacia nuestro corte, aunque esto sólo fue un amague. En realidad iba a buscar un par de vagones que pondría delante del nuestro, con nuestra subsiguiente bronca, ya que nos dejaría mas lejos de la locomotora.

Desde la otra punta de la playa se oía la bocina de la 7730 cada vez que cruzaba el paso a nivel con sus maniobras. Al rato pegó un bocinazo y con un corte de casi 40 vehículos enfiló para el lado de Avia Terai. Ese tren dejaría esos vagones para ser cargados entre Gral. Pinedo y esta última.

Pues bien, nos habían dicho que "nuestro" tren saldría a las 07.30 y todavía, a las 8, el pescado sin vender. De repente, desde el sur llegaron una, dos, tres bocinas cortas pero fuertes. Entonces apareció una General Motors cruzando el paso a nivel sur. Al acercarse, vi que era una "americana", la 7714, con dos vagones a la rastra. ¡Y a veces nos quejamos del carga a Lacroze con sus "millares" de ejes!

Ahora sabíamos la razón de nuestra demora: como no hay estaciones de cruzada habilitadas hasta Venados Grandes y Chorotis, no teníamos vía libre, porque este pequeñísimo carga estaba en viaje.
 


 

    ¡Empieza la Travesía Final!   

 

Ya con la 7774 a la cabeza del convoy de 28 vagones cargados, y siendo las 8.15, partimos de Gral. Pinedo rumbo a San Cristóbal.
 
Yo estaba alucinado con esta travesía. Al fin y al cabo, estaba cumpliendo uno de mis sueños más anhelados, que era viajar colado en un carguero, no en la máquina como lo había hecho siempre. Desconté que estaba viviendo algo inolvidable y único.

 

 

Este operativo, al estar cargado en su mayoría con girasol, tenía como destino la planta de la "Aceitera Santa Clara", ubicada en la estación El Gaucho. Los vagones con Soja quedarían en Timbúes para ser descargados en algunas de la cerealeras de la zona de Puerto San Martín.

A precaución cruzamos los pasos a nivel de la ciudad y el convoy comenzó a tomar velocidad. A nuestra derecha nos acompañó la vía a Añatuya (va paralela por unos 5 kilómetros y después gira bruscamente hacia la derecha). Lo curioso es que, mientras ambos ramales van paralelos, no están pegados; es decir, van separados unos 10 metros, cada uno con su terraplén.

 

Aproximadamente a 3 kilómetros de Gral. Pinedo apareció, sobre la vía a Quimilí, la estación "Gral. Pinedo Apeadero", que es en realidad la estación original de este pueblo chaqueño.

 


Haciendo un poco de historia, esta estación pertenece a la vía original de Añatuya a Puerto Vilelas, que pasa por Quimilí y fue construida por el F.C.N.A. hacia fines del siglo XIX. Pero como el pueblo se formó más al norte, debieron construir una nueva estación. Así es que nació la actual General Pinedo, justamente donde se ubica la ciudad del mismo nombre. Para 1938, con la administración del Ingeniero Pablo Nogués en los Ferrocarriles del Estado, se habilitó el ramal de conexión Tostado-General Pinedo (nueva), dejando de lado la vieja estación, debido a que el empalme con la vía a Quimilí se ubica en la actual Gral. Pinedo. El edificio de la nueva estación es de estilo neocolonial y similar a varias de las estaciones nuevas o reconstruidas por los F.C. del Estado para esa época (como San Cristóbal y Laguna Paiva, en el F. C. Gral. Belgrano, y Curuzú Cuatia en el F. C. Gral. Urquiza). Hoy en día, de la vieja estación sólo queda el edificio y la vía muerta que conectaba a Añatuya con Puerto Vilelas.

 

Después de separarnos de la vía a Añatuya, comenzó nuestro derrotero por una vía renovada. No íbamos a más de 30 km/h., pero se podía ir mas rápido si se quería. A nuestros costados aparecieron sembradíos de soja y otras yerbas, todo bien verde.
 
Pasamos las mismas estaciones que la noche anterior con el SEFECHA: Itín, Hermoso Campo, Venados Grandes y Chorotis en territorio chaqueño. Todas éstas equipadas con grandes silos, en donde el Belgrano cargas, carga... (jejeje).

 

(Estación Chorotis. Aquí finaliza el recorrido el coche motor de SEFECHA. Foto: Gustavo Bonetto)

 
Cruzamos el Paralelo 28 y con una leve curva hacia la derecha ingresamos a la provincia de Santa Fe. A partir de aquí comenzaba la inundación: de una punta a la otra aparecieron manchas de agua y los canales aliviadores al costado de las vías. El camino de tierra que nos acompañó se tornó intransitable debido a la cantidad de agua que lo cubría. El aire comenzó a enrarecerse.

 

     

 

De estar todo despejado y claro pasamos a una neblina o bruma que cubre toda la zona. Desde el techo de los vagones divisamos solo matorrales y agua. Para colmo aparecían, de tanto en tanto, árboles al borde del terraplén que con sus ramas jorobaban la comodidad del viaje.

La vía en este sector está renovada completamente... Digamos que es un lujo a comparación de las que rodamos anteriormente. Pero tiene un gran problema: no está mantenida y, menos, alineada. O sea, se podría circular fácilmente a 80 km/h., pero lo hacíamos a no mas de 30 km/h. para no descarrilar. Se nota que desde hace mucho tiempo no se la mantiene. Para peor, las inundaciones golpearon bastante al terraplén, ya que observamos en varios lados que los durmientes quedan al aire en sus extremos.

 

(Estación Embarcadero Kilómetro 468, en medio de la inundación. Foto: Gustavo Bonetto)

 
Proseguimos viaje y, detrás de un extraño nubarrón de cenizas, apareció la primer estación en territorio santafesino: Embarcadero Kilómetro 468. Esta estación, rodeada de agua y sin otra comunicación con el exterior, es del tipo nuevo (años 30). Cuenta con una vía segunda bastante larga y renovada, pero cuando hicimos el viaje se encontraba clausurada debido a un descarrilo en su lado sur.

Lo peor del viaje hubiese sido descarrilar, porque si saltábamos de la vía íbamos a parar directamente al canal aliviador, que no es para nada pequeño. En realidad lo peor del viaje, sin duda, estaría por venir...

A medida que circulábamos por la renovada y "abandonada" vía Tostado, el calor aumentaba, así que decidimos bajar un rato del techo de nuestro "hogar" y reposar en la sombra.

 

     

 

     

 

     

 

     

 

Antes de descender, advertí que un grupo de muchachos se acercaba por los techos a nuestra tolva... ¡Qué nervios!, ¿vendrán a saludar o pintará el bardo? (pensé un tanto preocupado). No, todo bien. Comentamos donde íbamos y los pibes también y hasta nos ofrecieron agua, comida, etc... Así empezamos la relación de amistad con nuestros compañeros de riel y nos pusimos al día en cuanto a qué lugares son buenos para "asaltar" o, mejor dicho, comer y beber cuando el tren para. Justamente, pasamos por un campo en el que se cosechan sandias y melones, pero en esta oportunidad no había nada.

Después del descanso, a preparar la filmadora y, cámara de foto en mano, subimos al techo del vagón y vimos la próxima estación: El Nochero. Este es el primer pueblo en Santa Fe, no es muy grande y su nombre, en realidad, es Gregorio Pérez de Denis. El predio ferroviario cuenta con grandes silos en uso y la estación es similar a Chorotis.

Dejamos atrás la pequeña civilización y la "7000" siguió jalando de su tren de forma más que cómoda, avanzando firme hacia el centro de Santa Fe.

 

 

Sin grandes novedades, nos deslizamos por la llanura chaqueña y desembocamos en Santa Margarita. Aquí el tren cambió la tripulación (maquinistas). Se revisaron los vagones, para ver que todo marchara bien y que no se hayan violado los precintos de seguridad.

 

(Tren detenido en Santa Margarita. La tercer tolva que ven es la "nuestra". Foto: Gustavo Bonetto)

 

La 7774 fue estacionada frente a la comuna mientras un revisador de vehículos controlaba el número de cada vagón. También el tanque de combustible y el estado de la locomotora. La parada duró cerca de una hora y media, en la cual Fede fue a comprar comida y agua para el resto del viaje. Yo me quedé para custodiar nuestras cosas y de paso cargué más agua del aljibe de un rancho, cuyo dueño nos facilitó su uso.

 

     

 

     

(¿Pueden diferenciar que tolva es del Belgrano y cual es afanada al Mitre?. Videos: Fede Pallés)

 
El calor había obligado a bajar a todos de los techos en busca de resguardo. Como quedamos parados al lado de un gran piletón de agua (algo así como un reservorio para el uso del pueblo), algunos polizones se tiraron a nadar. Yo sólo pude refrescarme la cabeza y parte del cuerpo, ya que no tenía ropa para cambiarme. Después le tocó a mi compañero. La imagen de los polizones bañándose al lado del tren, era realmente algo fuera de lo común... ¡Cuando vean mis viejos este video no lo van a poder creer! (pensaba)

 

     

 

     

 

Las "amas de casa", empezaron a armar toldos en las tolvas, mientras sus parejas se bañaban. Como pueden ver, las tolvas elegidas para viajar fueron las de trocha ancha (luego pasadas al Belgrano), ya que tienen "balcones" mas espaciosos.

En la vía segunda descansaba una veintena de vagones tolva pedreros dejados allí quién sabe cuando. Cerraba esta formación un coche dormitorio de madera en buen estado. A un costado de la playa se encontraban los silos de chapa.

Cuando la espera se iba volviendo densa, aparecieron los conductores y pasaron al lado de la formación para chequear que todo anduviese bien. Además, nos advirtieron a todos que no subiéramos al techo del vagón. Antes de partir apareció una cuadrilla del sur con catangos de vía, cosa que nos sorprendió, ya que no habíamos visto ninguna en el camino ni tampoco algún trabajo de recambio de durmientes o rieles.

Sonó el silbato y salimos por fin de Santa Margarita a una velocidad tan alta que nos impresionó. Al paso a nivel ni siquiera lo vimos de tanta polvareda que se levantó. Sacando cuentas, habremos salido a unos 40 km/h. desde cero, en pocos metros. Pero el envión duró poco...
 


 

    "El Calvario" del Belgrano Cargas   

 

Se acabó la vía renovada... En el medio de la nada desapareció la renovación y apareció la vieja vía del Belgrano. De correr a 40 ó 50 km/h., pasamos en unos minutos a 10 y hasta 5 km/h. Y de balancearnos de lado a lado, aparecimos aferrándonos de los pasamanos para no caernos, mientras la formación se zarandeaba cuando pisaba cada unión de riel. Ni hablar de la 7774. ¡Daba la sensación de que en cualquier momento la perderíamos!.

Es así como comenzó nuestro "aguante". Ya eran como las 15 hs. y el sol se sentía como una luz dicroica gigante en nuestras cabezas. Ni hablar de la tolva... Si hubiésemos tenido un par de huevos, los habríamos puesto a freír o habríamos hecho un flor de omelette, más grande que el que se hace en diciembre en Pigüé.

Mientras pensábamos todo esto, un viento seco y caluroso nos lijaba el cuerpo y nos provocaba más y más sed. Menos mal que habíamos conseguido bastante agua en la última parada, con las pocas botellas que teníamos. Sólo nos restaba esperar las próximas estaciones para que cambiara un poco el panorama y confirmar que el tren se movía.

Llegamos a la estación Emb. Padre Iturralde. Allí, la segunda vía fue levantada y el edificio estaba ocupado, pero muy deteriorado. Rodeada de árboles muertos, aquella estación parecía más un lugar de muerte que de vida. Para colmo, seguíamos viajando a 2 kilómetros por hora.

La próxima estación fue Villa Minetti. Este sí es un pueblo grande y cuenta con un gran reservorio de agua para uso de la ciudad, que está ubicado junto a la vía. En este lugar tuvimos una gran sorpresa al ver una de las ultimas zorras de vía que fueron fabricadas para el Belgrano, similares a los coches motores Ganz Catamarca, pero de menor tamaño. La zorra estaba habitada y en buen estado, junto con varios de los más modernos vagones multiuso. (N de R: en la actualidad fue cedida al Ferroclub Rafaela)

 

 

Del otro lado, en la playa, vimos que la vía segunda estaba renovada pero desaparecida la enrieladura... Solo le quedó la cama de balasto nueva y, al lado, los restos de un vagón descarrilado. El estilo de la edificación principal es similar al del resto de las estaciones, pero esta construcción está mas deteriorada por el uso de sus ocupantes. Aquí también hay grandes silos para la carga y descarga de cereal. Dejamos atrás esta importante localidad y proseguimos.

En la tolva, todo seguía igual, con el pequeño detalle de que el vital elemento llamado "agua" se nos estaba acabando y el calor no aflojaba. Nos acercamos a la próxima: Fortín Atahualpa, con habitantes y en un estado de regular a malo.

La vía seguía igual que antes y cada vez que nos pasábamos a la tolva de trocha angosta, veíamos a la de trocha ancha como se mecía, como queriéndose escapar de la vía en cualquier momento. O peor: a veces parecía que se nos vendría encima nuestro. ¡Gracias a dios que las mandíbulas soportan todo!

 

     

 

Por fin ocurrió lo que no queríamos: se nos terminó el agua. Náufragos sobre rieles, perdidos y casi deshidratados en algún perdido punto del norte santafecino, sometidos al desafío de un calor infernal, comenzó para nosotros la extraña aventura de recorrer el tren en busca de líquido. Qué mejor (pensamos), que pedir ayuda a nuestros "compañeros" de viaje.


Como Fede estaba hecho pelota (yo también pero me quedaba algo de pila), decidimos que fuera yo en busca de la "vida". Pero había un pequeño problema: el que subiera al techo tendría que vérselas con el movimiento del vagón; es decir, en cualquier momento pegaba un barquinazo y adiós a todos... Caminar por ahí arriba era jugar contra dos cosas: el movimiento y el calor. ¡Ni pensar en arrastrarse como víbora, porque quedaría como anguila en la sartén! ¿Qué nos quedaba entonces?... Aguantar hasta que nos detuviéramos o que mejorara la vía. Aunque no podíamos imaginarlo y para nuestro alivio, esto último fue lo que sucedió.
 


 

    ¡ L a    m e j o r    d e    l a s    v í a s !   

 

Pensé durante esta siesta, que hasta la sangre transpiraba. Ya habíamos estado como tres horas viajando a unos 10 o 5 km/h. y no percibíamos signo de cambio alguno.


Con Fede no había en ese momento otro tema de charla. Mucho me habían hablado de la vía renovada a Tostado, cosa que una y otra vez me negué a creer y cuya inexistencia la realidad me estaba demostrando. Sin embargo, en plena conversación y con los niveles de pesimismo cada vez más altos ocurrió lo impensable. Apareció la vía nueva. ¡Existía después de todo! Como si nada hubiera ocurrido, como si los kilómetros desandados durante horas no hubiesen existido, sin anuncios ni bocinazos ni nada, pasamos a una velocidad más digna y pudimos decirle adiós a nuestra ya insoportable mecedora.

Recorríamos ahora la mejor de todas las vías que habíamos trajinado hasta ese momento. En minutos viajábamos a 50 km/h., disfrutando del viento y del atardecer espectacular en el campo. Ya era un paseo turístico y no un calvario. El suplicio del Belgrano había finalizado.

 


Como no había más zarandeo, partí en buscar del agua. Tras atravesar dos vagones encontré la ayuda que buscaba. Le pedí una botella a una chica y regresé a nuestro "refugio" para compartirla. Obviamente, el agua estaba caliente, pero peor era no tomarla.

Mientras caminaba divisé el techo de la estación Pozo Borrado. Así que le avisé a Fede, que estaba preparando la cámara de fotos. El lugar hace honor al nombre que lleva jajaja. Sólo la estación, su desvío y nada más. Sólo la pampa que nos acompañaba. Aún teníamos por delante la estación Antonio Pini, que no tiene nada de especial, más allá de que está escondida entre los árboles.

 

 

Ahora sí, ya reanimados por la bebida caliente y el viento fresco, empezamos a hacer planes para cuando llegáramos a Tostado. Exprimimos la botella hasta la última gota y se la devolvimos a nuestra vecina de la "tolva 07".
 
De a poco la locomotora fue bajando la velocidad y comenzó a pitar, señal de que estábamos por entrar a Tostado. Veníamos en una bajada pronunciada y tomamos una suave curva hacia la izquierda. A nuestra derecha vimos los postes telegráficos de la vía Bandera, que se iba acercando a la nuestra. Por lo que se divisa, ese ramal no tiene mucho uso y ya el pasto se está adueñando de la enrieladura.
 


 

    Tostado... (con el nombre bien puesto)   

 

Tostado ya nos envolvía con su paisaje. Antes de entrar en la estación, apareció un gran complejo de silos entre nuestra vía y la de Bandera. Estos almacenadores de granos tienen acceso ferroviario, pero están sin uso. Tal vez ya pasó la temporada de carga y es por eso que no vimos vagones dentro del establecimiento.

Nuestro tren fue serpenteando por los cambios y empalmamos con el ramal que proviene de Añatuya. Según comentarios de ferroviarios, este ramal tiene tráfico a la demanda y solo trabaja en temporada para transportar la soja de esa zona del sur santiagueño. Eso sí, nunca van más allá de Bandera.

Pues bien, la General Motors y su convoy de 28 vagones se detuvieron en la vía 2 de Tostado, después de un día de intenso calor y tortuoso andar. (Eran las 19:30 hs.)

Se procedió al cambio de conductores y revisión de precintos por parte de la policía y el personal del Belgrano Cargas. Como ratas por tirante bajamos tan rápido como pudimos y sacamos una instantánea del tren detenido con la última luz del día.

 

 

Tostado posee una gran playa para clasificación de vagones, pero sólo un gran galpón de carga. Su estilo arquitectónico es similar al de General Pinedo. Digamos que es una versión moderna de la original estación Tostado que, junto con el deposito de locomotoras (a un costado de la estación), fue construida en la década del '30.

El depósito está escondido, al lado de la vía principal, y cuenta con dos bocas para albergar a las locomotoras, más una mesa giratoria. Hoy en día está en desuso y todas sus instalaciones en total abandono.

Las locomotoras que esperan destino se estacionan en el andén principal. Nosotros nos adentramos en la ciudad y "asaltamos" el supermercado que está frente a la estación, en donde conseguimos algo de comida y mucha bebida para poder llenar el estómago.

De paso charlamos con un par de policías que "amablemente" nos invitaron a tomar el tren y abandonar la ciudad. "Amablemente" es un decir. Estos hijos de perra nos revisaron los bolsos y nos obligaron a abandonar el pueblo, solo por haber ido en tren!!! ("No es por nada", pero miren si hay diferencia entre la policía de Chaco y la de Santa Fe)
 


 

    Último tramo del viaje...   

 

Cerca de las 20 salimos de Tostado rumbo al Sur. Tripulación y pasajeros ya estábamos frescos y aprovisionados. Ahora si, emprendimos el último tramo de la travesía, en el comienzo de la noche santafesina.

¡Apenas tomaron el controller lo primero que hicieron los maquinistas fue poner el 8!... Si la salida de Santa Margarita fue brusca, ésta lo fue más aún. Como la vía está renovada y apta para circular a 80 km/h., los conductores aprovecharon el declive y le "dieron rosca" para que siga marchando el tren sin demora.

 

La verdad es que ninguno de nosotros había viajado tan rápido en un tren de carga... Y menos en el Belgrano. Corríamos como a 80 km/h. y el convoy sin problemas. Pero igual íbamos agarrados de los pasamanos (de los barrales de la tolva).

Con el último hilo de luz cruzamos el puente sobre el Río Salado, a la salida de Tostado. Tiene una luz bastante importante y barandas laterales. Este es el río más importante de la zona. Pasa por Santa Fe antes de desembocar en el Paraná (los santafecinos, precisamente, lo conocen muy bien, ya que es el que causó las desastrosas inundaciones en 2003).

Pasamos por Independencia como veníamos, otra estación que perdió la vía segunda, que está muy desmantelada; diría saqueada. En este punto, el sueño que desde hacía un buen rato nos seducía, logró llevarnos a su mundo de tinieblas. El primero en caer fue Fede; después yo. Pero en cada estación me despertaba, espiaba cómo era y deducía por donde andábamos.

La G 22 bajó un poco la velocidad. Habremos circulado a 50 ó 60 km/h. hasta la llegada a San Cristóbal. Fede increíblemente, había dormido todo el viaje y solo despertó un instante para taparse con la bolsa de dormir... ¡Increíble!, hay que estar cansado como para dormirse en un piso metálico.

 

Este sector de la red (Tostado-San Cristóbal) es muy pintoresco, en lo que a estilos arquitectónicos de sus estaciones se refiere. Si uno recorre el ramal verá que hay edificios de la época francesa y otros de la del Estado, tipo años '30 (Aclaración: esta línea fue del F. C. San Cristóbal a Tucumán de la Compañía Argentina de Ferrocarriles de origen francés, la cual más tarde vendió este ramal al F. C. Central Norte. Uno puede encontrar que entre Tostado y Tucumán Norte las estaciones son idénticas a algunas del sector arriba mencionado. Cuando el F. C. del Estado, con el Ing. Pablo Nogués a la cabeza, comienza la consolidación de la red en la década del 30, construye el ramal Tostado-Gral. Pinedo, para acortar las distancias entre el Oeste Chaqueño y el puerto de Santa Fe, e incluye nuevas estaciones a la línea).

 

La llegada a San Cristóbal fue verdaderamente sorpresiva. Desperté sólo cuando oí los cambios y porque empezamos a frenar más de lo normal desde que habíamos salido de Tostado. Cuando cruzamos el paso a nivel vi en la cabina de señales a tres tipos con linternas y papeles en la mano, registrando todo tren que pasaba frente a ellos. Pensé qué todo esto era muy raro (al otro día sabríamos el porqué).

Entramos por vía principal y nos detuvimos a eso de las 03.45 hs. Desperté a Fede a los golpes y le comenté que ya estábamos en San Cristóbal, que se preparara para bajar. La verdad es que tuve que bajarlo a los apurones, porque no se despertaba. Así fue como llegamos a San Cristóbal, en medio de la madrugada, después de casi 20 horas de viaje en un tren de carga.

Apenas salimos de la estación, apareció la plaza y, en ella y aledaños, una marea de gente. ¡Estaba repleto de mujeres por todas partes! Toda la joda nocturna del pueblo se resume en la plaza de la estación y sus alrededores. Había heladerías, bares, kioscos, pero pocos autos. La mayoría de los vehículos eran scooters y bicicletas. Con Fede nos miramos y dijimos "qué bronca estar lleno de mugre justo que tenemos a estas chicas".


Pasamos frente a ellas en busca de un hotel en donde tirar nuestros cuerpos y darnos una buena ducha. Preguntamos y nos indicaron un hotel casi enfrente de la estación.

Llegamos y a descansar nomás. Al rato sonó la bocina de la "7000" saliendo a Santa Fe. Un rato más tarde se escuchó otra bocina que seguramente sería de otro carguita.

Con el ventilador de la habitación en "punto 8" palmamos al instante después de la ducha. Estar en una cama fue algo indescriptible tras estos tres días de aventuras.

Amanece en la ciudad... Y todo el mundo a trabajar. Dejamos el hotel y pusimos proa al predio del ferrocarril. Recorrimos por fuera el taller, ahora cooperativa, y llegamos al Cabin Sur, en donde estaba la English Electric VF. 5779, que fue movida de la plaza donde estuvo como monumento. Ahora descansa sobre una vía de la playa. El estado en que se encuentra es malo, pero mantiene su carrocería intacta.

Fue una alegría ver esta locomotora "en persona" (para mi era la primera vez) pero, al mismo tiempo, una tristeza sentir que nadie tiene en sus planes preservarla, y, mucho menos, restaurarla. Creo que estamos ante el último ejemplar en condiciones de ser recuperado... ¡Y pensar que hasta principios de los '90 la teníamos en marcha!.

 

 

Luego de ver este tristísimo paisaje, nos tomamos el bondi para Rafaela. Rafaela... hermosa ciudad del noroeste santafesino, alberga a las más hermosas mujeres de la zona. Fue dueña de tres ferrocarriles en su mejor época.

Después de haber bajado del micro, Fede me comentó que iríamos a visitar a un amigo del NCA, que es el capo de allí, en la estación del F. C. Mitre. Ya en el lugar nos encontramos con Edmundo. Lo saludamos, y, por supuesto, charlamos un rato sobre nuestra travesía. De paso, bebimos algo frío. Edmundo nos contó las noticias del lugar y en este punto le largamos la pregunta obligada... "¿viene algo?". Es ahí cuando nos avisó de la pasada del tren minero de la Alumbrera con dirección sur, hacia San Lorenzo.

Ya avisados, fuimos a esperar a este tren en el cruce con el F. C. Gral. Belgrano, del ramal Rafaela-San Francisco, y nos apostamos para fotografiarlo.

 

     

 

     

 

Vino a buena velocidad con la GP-40 9304 a la cabeza y con 56 vagones a la cola. Después de unos bocinazos, empezó el golpeteo infernal, sobre el cruce, que hizo vibrar todo los alrededores (N de R: este cruce lamentablemente ya fue levantado)

 

En cuanto se perdió de vista el último vagón, fuimos caminando por la trocha angosta hacia la estación Rafaela del Belgrano, en donde está el Ferroclub Rafaela. Todo se encontraba igual que en mi visita anterior.

 
El final del día nos encontró comiendo unas ricas empanadas con cerveza frente a la estación Rafaela de NCA, reviviendo momentos del viaje.

Cada tren que tomamos fue más emocionante que el otro... y, sin lugar a duda, la vuelta en el Belgrano, con todos los polizones a bordo, fue la más fantástica travesía que viví en estos años. Sin embargo, más allá de lo anecdótico, realmente es triste ver la forma en que debe viajar esta gente, por la falta del tren de pasajeros -en este caso, "El Chaqueño"- que unía todos los pueblos tres veces a la semana. Ojala algún día subirse a una tolva solo sea sinónimo de aventura y no un medio de transporte.

Tampoco quiero olvidarme de rescatar la predisposición del personal del Belgrano, que evidentemente comprende bien la situación y en ningún momento intentó hacer bajar a los pasajeros. Más bien se preocupó por saber que todos estaban viajando seguros.

 

 

Fede Pallés y Gustavo Bonetto - Febrero de 2004

 

> Cerrando la Travesía por la Llanura Pampeana, envío mis más sinceros saludos y agradecimientos a mi tía Sofi, de Añatuya, por atenderme tan bien; a Mimí (Añatuya), a Mauricio Errani, por pasar los frames de video a imagen; a Fer Halperín, por la edición de La Travesía Final; a las chicas del NOA; a mis abuelos, por ayudarme con los pasajes; al personal de SEFECHA, por su hospitalidad; a la Policía del Chaco, también por su amabilidad y hospitalidad; a María Beatriz Seu, a los maquinistas y empleados del Belgrano Cargas; y por sobre todas las cosas, a nuestros amigos polizones, quienes se preocuparon por darnos agua en un momento en el que creíamos morir deshidratados. GRACIAS.... ¡Y hasta la próxima travesía! <

 

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(Quinta parte)

 

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*  FEDE PALLÉS  *  SATÉLITE FERROVIARIO  *

 
 

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